En un pueblo en Kentucky un asesino serial aterró a la población hasta que un día dejó de matar. Pasaron diez años y nadie sabe que pasó, aunque tampoco olvidan. Tyler, un joven cuya familia es religiosa y que, como su padre, es parte de los Boy Scouts, ve manchada su imagen cuando una chica con la que sale encuentra un resto de una revista de pornografía sadomasoquista en su camioneta. Dispuesto a limpiar su nombre, intenta averiguar cómo llegó ese pedazo de papel ahí. El problema es que eso lo hace sospechar de su propio padre. En el pueblo otra joven rara, obsesionado con los asesinatos, se transformará en la aliada de Tyler en una investigación de impredecibles consecuencias.
La película empieza con cierta energía, logrando captar el interés. Pero cuando aun no ha llegado a la mitad ya ha desplegado todo su juego y no tiene más que ofrecer. Recurre entonces a una alteración en la línea temporal para mostrar dos puntos de vista y darle cierto encanto forma a la narración. Con eso gana unos minutos, pero no por eso se vuelve más interesante. No tiene suficiente para contar y se nota. El cierre es acorde a todo lo mencionado y deja la certeza de que la película comenzó con promesas que no pudo cumplir. A su manera la película también es un poco moralista, pero no hay porque juzgarla ideológicamente, su problema es puramente cinematográfico.