Nicolas Cage es un prócer cinematográfico al que el éxito mainstream dejó un poco de lado y lejos de entregarse al mal cine decidió lanzarse a la que tal vez sea la más arriesgada e interesante de las carreras cinematográficas del presente. Cage no tiene nada que perder y mucho por ganar. No hay nada seguro cuando empieza una película protagonizada por él. No se preocupen por él, en paralelo tiene trabajos de alto presupuesto donde hace voces o pequeños roles, pero lo que más le tiene que interesar al cinéfilo es ese puñado de locuras que ha sabido acumular a lo largo de todos estos años. Su presencia es un crossover permanente con diferentes directores nuevos y veteranos de esos que pueden hacer prácticamente cualquier cosa.
En Prisioneros de Ghostland se encuentra nada menos con el maestro del cine japonés Sion Sono. Este excelente director siempre ha sido una caja de sorpresas, muchas de ellas sólo para estómagos fuertes y nervios de acero. Suicide Club (2001), Hair Extensions (2007), Love Exposure (2008), Why don’t you play in Hell (2013), The Forest of Love (2019) son solo una parte de su extensa filmografía, siempre interesante, siempre al límite. Mezclado con Nicolas Cage sin duda es algo a tener en cuenta. La película es un proyecto que ambos deseaban realizar, más aún para Sion Sono, que es fanático de Nicolas Cage desde Corazón salvaje (1990).
La película es una mezcla sorprendente de géneros y estéticas, con no pocas referencias mitológicas y un esperable cierto sentido del humor negro. En un imposible pueblo llamado Samurai Town, mezcla de Japón medieval con far west, un violento ladrón de bancos (Nicolas Cage) es liberado por quien tiene el poder del lugar, El gobernador (Bill Moseley) para que encuentre a Bernice (Sofia Boutella), su nieta adoptiva, que se ha escapado. Tiene solo cinco días para cumplir la misión y un traje especialmente equipado que lleva puesto lo obligará a cumplir su palabra o morirá. Nunca sabremos el nombre del personaje protagónico, pero todos lo llaman Héroe.
Ella está en la Ghostland del título, un espacio al que se puede entrar pero del que nadie puede salir, hasta ahora. Una especie de infierno al estilo Mad Max 3 al cual Héroe deberá entrar cual Orfeo para rescatar a una Eurídice que aquí se llama Bernice y que no es su esposa, sino la última chance de redención que tiene este personaje responsable de varias muertes y de una herida de la propia joven. Ciencia ficción, mitología, chambara, western spaghetti, cine de terror y acción. Todo mezclado y por el mismo precio.
Claro que la única pregunta que importa, y cuya respuesta he dejado para el final, es si toda esta mezcla funciona y llega a donde quiere hacerlo. Todas las partes aisladas tienen su momento, pero nunca llegan a conformar una película a la altura del director. Fue difícil el rodaje por problemas de saludos de Sion Sono y esa es la única posible explicación para una energía menos intensa que en el resto de su obra. Lo que sí tiene y nadie se lo puede sacar es que no se trata de una película civilizada ni tranquila. Tiene ese sabor raro de una película que mezcla estilo occidental y oriental, que pone actores americanos a jugar al humor japonés, que es bien distinto. Y este fue el cruce entre Nicolas Cage y Sion Sono, veremos como siguen ambos con sus incomparables carreras.