El western es la historia mítica de Estados Unidos. El núcleo central del género va desde el final de la Guerra Civil 1865 hasta el cambio de siglo. El cine, y luego la televisión, ha servido de marco para crear ficciones inspiradas en hechos reales muy recientes, pero tomando la decisión de imprimir la leyenda, porque los mitos fundacionales sirven para construir cohesión en una sociedad. La popularidad de estas narraciones fue tan espectacular que la historia verdadera quedó sepultada entre miles de películas, muchas irrelevantes, muchas verdaderas obras maestras de la historia del cine. Jorge Luis Borges describió al western como la épica del siglo XX, refiriéndose a las películas capaces de construir una mitología urgente, entretenida y espectacular. Mitos contemporáneos que se veían en enormes pantallas donde se proyectaban las vidas y las proezas de héroes más grandes que la vida.
El western es el género cinematográfico por excelencia. Cine y western son sinónimos, algo que no ocurre con ningún otro género. El gran maestro de los westerns siempre será John Ford, entre otras cosas porque supo ser parte de la mitología, pero al mismo tiempo supo ponerla en duda. Ningún otro cineasta fue capaz de ver el gran cuadro, la historia completa, como lo hizo él. Mucho antes de que llegara lo que se conoce como revisionismo, Ford ya había explicado todo. En sus películas se mostraba la verdad y se explicaba los motivos por los cuales se imprimía la leyenda. La amargura de sus últimos westerns estaba también llena de sabiduría. No existe un solo western real que no esté en deuda con Ford, lo reconozca o no.
Por eso la llegada de 1883 es uno de los eventos más emocionantes de los últimos años, un reconocimiento a esa historia, a sus contradicciones, sus ideas, su épica y también su mitología, aun dentro de una mirada descarnada de esa epopeya incomparable de lo que se conoció como “El camino de Oregon” (The Oregon Trail). 1883 es clásica hasta la médula pero a la vez juega con todos los cambios que el género ha vivido a lo largo de más de cien años de existencia. 1883 narra en diez episodios como un grupo de inmigrantes europeos, una familia americana y dos ex combatientes de la guerra civil que funcionan como guías, emprenden el más titánico, arduo y ambicioso camino hacia la tierra en la cual quieren empezar una nueva vida. La serie muestra como nunca lo que significaba emprender un recorrido como este, dando cuenta de una época y una forma de ver el mundo hoy resulta casi incomprensible desde el siglo XXI.
La serie empieza en Texas pero varios momentos de lo que ocurrirá en el futuro también son presentados a modo de prólogo. Volver a ver el episodio 1 luego de terminar los diez o simplemente recordarlo muestra a las claras que nada le sobra a esta serie, que ha logrado mostrar el camino con la intensidad y el drama necesarios para que podamos tomar conciencia de lo que han hecho los personajes. En el episodio inicial se presentan claramente los personajes, la esperanza y la energía que traen para cumplir sus sueños, pero también la violencia y el peligro constante de la frontera que se mueve día a día. Los inmigrantes literalmente no entienden nada y los dos futuros guías, Shea Brennan (Sam Elliott) y Thomas (LaMonica Garrett) tienen que ser crueles e implacables si quieren que alguien logre incluso salir con vida del inicio del viaje. A su vez, ellos cargan su dolor y las heridas de la guerra fratricida de la que han sido parte. Son dos hombres duros pero rectos, dos genuinos personajes del oeste.
En su búsqueda de reclutar más hombres para la caravana conocen a James Dutton (Tim McGraw) un hombre que dice ser granjero pero al que han visto como un hombre con habilidad con las armas. Le ofrecen ser parte del viaje y este acepta, pero no lo hace solo, sino que viaja con su familia, su esposa Margaret (Faith Hill), su hija mayor Elsa (Isabel May) y su hijo pequeño John (Audie Rick) y dos mujeres más también de su familia. El apellido Dutton es claramente la clave de la serie, porque 1883 es una precuela de Yellowstone, la serie protagonizada por Kevin Costner acerca de un poderoso ranchero de Montana en la actualidad. Aunque nos olvidemos mientras miramos en esta nueva historia, siempre está esa conexión.
1883 tiene todo lo que puede ofrecer un western. Tiene la belleza incomparable de los paisajes de Estados Unidos, esos que enamoraron a generaciones y aun lo siguen haciendo, el terreno donde toda esa mitología se desarrolla. Tiene las imágenes de las caravanas que son la síntesis del espíritu pionero. Tiene la violencia, los tiroteos impactantes, filmados aquí al uso del género contemporáneo, es decir de Clint Eastwood en adelante. Tiene algún duelo, tiene persecuciones a caballo, tiene ríos peligrosos y también tiene bandidos. Tiene las diferentes tribus que son víctimas y victimarios y que, como los blancos, a veces emprenden venganzas que terminan en tragedias inesperadas. La serie tiene mucho drama y espacio para un humor que resulta un alivio en los primeros episodios y que luego se va atenuando a medida que el camino se vuelve más peligroso.
Tiene la perfecta mezcla de homenaje y revisionismo. Es una historia fascinada por el coraje y la fortaleza de los que construyeron el Oeste y a la vez no mira al costado en lo que respecta a la crueldad intencional o accidental que fueron encontrando en el camino. Tiene imágenes que remiten desde los primeros western de John Ford a los más modernos ejemplos del género, incluso los del siglo XXI. Lo que ha agregado el cine del oeste en este último tiempo es el azar y el caos al que muchas veces se enfrentaban los que querían recorrer esos caminos. Hay villanos, sí, pero muchas veces la muerte irrumpe sin motivo o por encuentros arbitrarios que desencadenan la tragedia.
El creador de la serie es Taylor Sheridan, también responsable de Yellowstone. Se trata de un reconocido director, guionista, productor y actor que ha logrado sus mejores obras en el mundo del western con estas dos series. Pero a él le debemos también una joya del cine contemporáneo, con su guión de Hell or High Water (2016) por el cual recibió una nominación al Oscar. Sheridan sabe combinar el entretenimiento con una narración fuerte, nada suave. Tiene una mirada crítica y a la vez respetuosa de los eventos que ha elegido mostrar. Eso también lo marca la serie en su secuencia de títulos, donde los protagonistas aparecen como los primeros cowboys y pioneros se veían en los primeros ejemplos de fotografías. Esos títulos ya muestran que son historia. El amor de Sheridan es por la historia y por la mitología construida a partir de ella.
Los protagonistas son parte de esa mitología de la cultura del oeste. Empezando por Sam Elliott que es quien lleva la serie adelante en los primeros episodios. Pocas palabras, pero justas y brillantes, su rostro es del oeste. Elliott es actualmente un ícono tan grande como Clint Eastwood o Kevin Costner, es decir un rostro que merece todo el respeto del que ame el género. Para los que no son fans del género su rol más conocido es el de cowboy en El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998) aunque es solo un pequeño papel dentro de una trayectoria enorme. Y este es uno de los mejores papeles de esa carrera. El matrimonio Dutton está conformado por una pareja de la vida real, nada menos que por dos megaestrellas de la música country de las últimas décadas: Tim McGraw y Faith Hill. Ellos nacieron para interpretar a James y Margaret Dutton, aun cuando como músicos fuera de esta serie se vean muy distintos.
Sin embargo, y episodio tras episodio, la estrella de la serie es Isabel May, quien interpreta a Elsa Dutton, la joven hija de los Dutton, la persona que mejor representa el camino de todo el grupo y el significado de este. Su voz en off resume la belleza, la poesía y todo el aprendizaje del más cruel de los viajes. Ella entiende todo lo bueno y todo lo malo del Camino de Oregon. Los otros personajes también dejan una huella imborrable, al nivel de que costará verlos en otros roles. Cada despedida logra transmitir el dolor y la resignación ante la muerte en ese lugar y esa época. La sobriedad interpretativa de LaMonica Garrett interpretando a Thomas capta también el corazón de la serie. Un regalo extra es la breve pero importante presencia de algunas estrellas como Tom Hanks, Billy Bob Thornton, Rita Wilson, Graham Greene y el propio Taylor Sheridan, casi irreconocible.
Las carretas que parten mientras la cámara se posa en las cruces improvisadas que marcan en el lugar donde han quedado enterrados los muertos es una imagen tan fordiana que no merece explicación, la hemos visto desde El caballo de hierro (1924). Pero en el trayecto vemos también la épica de Raoul Walsh, los cowboys profesionales de Howard Hawks que saben que las reglas existen y que un trabajo bien hecho es lo más importante al final del día. Incluso llegamos hasta Kevin Costner y sus westerns, pasando desde luego por Clint Eastwood. Lo que no aparece acá es la agenda política barata que asoló al género cuando cayó en manos de los que no lo entendían. Taylor Sheridan ha logrado una absoluta obra maestra dentro del género western, pero también una de las mejores series de las últimas décadas.