La oferta de la plataforma Netflix es caótica y centrada más en series que en películas. Sus producciones originales contienen varias sorpresas y una enorme lista de producciones de baja calidad. Aun así, sigue siendo la plataforma de streaming más popular, al menos hasta hoy. Es difícil atravesar la portada y el top ten suele ser una guía algo dudosa para elegir que ver. Pero de un tiempo a esta parte Netflix Latinoamérica se ha convertido en una plataforma de telenovelas, ocupando el lugar que antes tenía la televisión abierta. Tal vez ese sea el futuro de este servicio, lo que es una pena teniendo en cuenta lo cómodo que es para navegar.
Pálpito es una de esas propuestas de telenovela. En un formato de catorce episodios en su temporada inicial. Algo así como una telenovela corta o comprimida, aunque la historia que cuenta podría haberse narrado en cuatro episodios o incluso en una película y nos hubiera ahorrado mucho tiempo. No, no es el objetivo de las telenovelas ahorrarnos tiempo, queda claro. Como los grandes éxitos del género, Pálpito elige un tema para armar sus historias alrededor. En este caso es el tráfico de órganos. No es una denuncia ni mucho menos, es una serie de disparates que no serán juzgados como tales, porque para eso es una ficción. Quien tenga una mirada inocente podrá creerse lo que la serie cuenta, tal vez por eso tienen éxito estas historias.
La pareja protagónica es un feliz matrimonio. El tiene un restaurante y ella es música. Ambos comparten una pasión: correr maratones. Simón Duque (Michel Brown) no es tan buen corredor como su esposa Valeria (Margarita Muñoz) quien al comienzo de la serie gana un maratón corriéndola en menos de tres horas. En dicha competencia hay una fotógrafa, Camila Duarte (Ana Lucía Domínguez) una mujer de clase alta que está a punto de casarse con Zacarías Cienfuegos (Sebastián Martínez) un exitoso asesor político, jefe de campaña del candidato Braulio Cárdenas (Mauricio Cujar). Camila le saca una gran foto a Valeria, pero luego se va rápido porque es el día de su boda. No sabe que sus destinos se volverán a cruzar. Tampoco tiene mucho sentido estar sacando fotos y por ese motivo llegar tarde a una boda de gran presupuesto, pero así son las novelas.
Valeria es asesinada por una organización para quitarle el corazón. Camila, aunque se ve muy saludable, necesitaba con urgencia un trasplante, como queda claro en el día de su boda. Simón no se conforma con la investigación policial y él mismo busca a los culpables. Pero él no sabe quiénes son los asesinos así como tampoco quien recibió el corazón de su mujer. El viudo, su hija adolescente y su otro hijo, más pequeño, viven el duelo al mismo tiempo que Camila empieza a sospechar que su marido está involucrado en algo turbio. La telenovela no renuncia a un lado místico e insinúa que el corazón es algo más que un órgano y que hay algo que unirá nuevamente los destinos de las dos parejas, una clásica tontería propia de las novelas aplicada aquí con poca gracia.
Hay en Pálpito hay varias historias de amor, todas marcadas por el crimen inicial. También toda una trama política vinculada con las campañas presidenciales y donde el candidato bruto, machista y primitivo se presenta por Juntos por el cambio, aunque sus ideas son la del más rancio populismo, como lo demuestra la candidata que se le opone. Pero lo más fuerte se supone que es la trama de denuncia de tráfico de órganos. Una ficción disparatada a partir de mitos urbanos llevados a su modalidad más extrema. Como muchas novelas de éxito, toma esos temas para darle el ingrediente extra al melodrama. Por supuesto que nadie pide realismo, de hecho la velocidad de los primeros dos episodios muestra que a mayor disparate, mayor diversión. Luego se estanca sin remedio y su ridiculez ya no es simpática. La presencia de Carlos Vives al comienzo de la serie también le da un poco de simpatía y muestra que es un producto con presupuesto.
Todas las escenas de acción son muy malas y las vueltas de tuerca del final de la temporada son para reírse a carcajadas aunque no son cómicas. Con total alegría la trama queda lista para una segunda temporada, pero hay que tener mucho tiempo libre para seguir dedicándole tiempo a una historia como esta. Tal vez si hubiera cerrado en catorce episodios hubiera encontrado su formato correcto.