“¿Jurassic World? No soy fan” dice Ian Malcolm (Jeff Goldblum) y sin duda toda la audiencia está con él. Aunque para ser justos el film del 2015 no era para nada malo, más bien lo contrario, era el anuncio de que iban a explotar la franquicia hasta agotarla. Su secuela, la del 2018 ya era bastante mediocre y este cierre a toda orquesta es una verdadera catástrofe. Ahí sí estamos todos de acuerdo, nadie puede ser fan de esta película. El truco para atraer al público es convocar a las estrellas del film inicial y juntarlas con las de la nueva trilogía. En ese esfuerzo se gasta toda la energía que podrían haber usado en un guionista. O en un director.
Jurassic Park (1993) era perfecta. De un solo golpe logró convertir a los dinosaurios en un fenómeno global que le hizo ganar plata hasta a los museos. Era una gran película dirigida con maestría por Steven Spielberg, con un elenco encantador y una combinación de efectos visuales de vanguardia con las más viejas técnicas artesanales. Se convirtió en la película más taquillera de todos los tiempos y entró al galope en la historia del cine. Incluso su secuela tenía varias escenas perfectas, verdaderas clases de cine. Tal vez yo sea la única persona que ama Jurassic Park 3, pero no por estar en minoría me va a gustar menos. La diferencia entre el film de 1993 y el del 2022 es casi un retrato de la decadencia del cine industrial de Hollywood. En paralelo Top Gun: Maverick les está demostrando a todas estas secuelas malas como aún hoy se puede hacer buen cine, sin preocuparse tanto por modas, actualizaciones ideológicas y con genuina pasión por el entretenimiento.
Jurassic World: Dominion muestra un mundo donde los dinosaurios y los humanos conviven de mala gana, mezclados de forma algo alocada, provocando distintos tipos de desastres. Hay una serie de subtramas tan ridículas que producen una incomodidad importante para cualquier admirador de los films, haciendo que todo se vuelva más arduo de atravesar. Hay un villano que es un CEO de una corporación llamada Biosyn, en lo que con absoluta certeza es el peor personaje de los seis films. Ser un CEO con aires de Steve Jobs es el nuevo concepto de villano. El mal habita en ellos, no en los empleados. La culpa del millonario que marcaba Spielberg acá es reemplazada por un monigote que no tiene el menor atisbo de humanidad. Una vez más, un abismo separa a 1993 del 2022.
Algún momento entretenido, algún chiste aceptable, ver de nuevo a Jeff Goldblum, Laura Dern y Sam Neill, todas cosas que suman. Luego la agenda woke completada al milímetro para que nadie los moleste y una incapacidad de narrar de forma atrapante que no se veía tan claramente en los dos títulos anteriores. Para peor, un detalle alarmante: los efectos visuales se ven más artificiales que en la película de 1993, precursora de los efectos digitales. Cuando se lo ve por primera vez al personaje de Owen Grady (Chris Pratt) este parece filmado con pantalla verde y no en medio de un paisaje natural. ¿No lo filmaron en locación? Se ve tan berreta y torpe que distrae. Su vínculo con el velocirraptor azul merece un manto de piedad. Nuevamente, un guionista bastante perezoso se quedó dormido sobre su teclado y la película no tiene historia. Tan grande es la traición a Jurassic Park que el personaje más citado y homenajeado es Indiana Jones. Se ve que le quisieron caer bien a Steven Spielberg, porque realmente no se explican todas esas referencias. Jurassic World: Dominion es un cierre lamentable para un universo creado por un gran cineasta treinta años atrás. Volviendo a Top Gun, podemos parafrasear a Maverick diciendo: No son los dinosaurios, es el director. Dinosaurios hubo siempre, pero solo hay un Steven Spielberg.