Cuando se trata de películas que podrían haber funcionado pero no lo consiguen, es posible que el cine español de género sea el mejor exponente. Centauro es una película de acción con pretensiones de buen entretenimiento y profundo drama, pero se queda a mitad de camino, conformándose con la prolijidad formal y pasando por alto serios problemas y contradicciones de guión. Su protagonista, Rafa, tiene el sueño de ser piloto profesional de motociclismo. Tiene talento, ambición y algo de irresponsabilidad también. Finalmente, parece, que se le abre la gran puerta para alcanzar su objetivo. Pero justo descubre que la madre de su pequeño hijo se ha metido en un problema serio con los narcotraficantes locales. Para evitar una tragedia decide hablar con ellos y termina convirtiéndose en un transportador de drogas para salvar la vida de la joven.
La película busca tener acción y también drama. Nunca llega muy alto en ninguna de las dos categorías, aunque es más llevadera al comienzo, cuando se va armando la trama. Luego debe salir de las proezas del guión y no lo logra. El discurso que parece transmitir la película tampoco es muy claro e incluso podría ser peligrosamente confuso. Pero en caso de que fuera o no así, la película se repite demasiado hasta llegar a su desenlace. Es llamativamente inverosímil en varias resoluciones de las vueltas de tuerca que inventa y se apaga en el último tercio. Promesas que quedan en promesa y, como se dice, le termina faltando cinco para el peso. Una pena, porque el potencial lo tenía. Por cierto, la película es, además, la remake de un film francés Burn Out.