DUELO DE TITANES
Las películas no están aisladas en la historia del cine. Ni los espectadores podemos ver una película sin tener en cuenta todo lo que hemos visto en nuestra vida. No sé cuán comprensible sería un film actual para quien se enfrente a un film por primera vez. No sólo estamos desprovistos de esa inocencia total, tampoco la queremos. Con la oferta de películas que hay, necesitamos aprovechar nuestros conocimientos para poder elegir lo que queremos ver. Nuestra lectura posterior del film también estará empapada por nuestra historia personal y cinematográfica; en cuanto a esta última, son tres las variables sobre las cuales gira la identidad de El muelle. Por un lado es un film francés. Por el otro es un policial. Y finalmente, está protagonizada por Daniel Auteuil y Gérard Depardieu. Algunos espectadores correrán al cine con tales variables y otros irán en sentido contrario. Huir de un film por ser francés o amarlo con locura por dicho motivo es un poco arriesgado y arbitrario, ya que ningún país tiene una cinematografía uniforme, pero en cuanto al género al que pertenece el film y sus protagonistas el motivo de elección o no elección es más comprensible.
Estrellas
El Star System es el término norteamericano para definir una forma concreta de comercialización de los films, desde el período mudo y con particular efectividad durante el período clásico de Hollywood. Las estrellas convocaban a los espectadores por encima de cualquier otra motivación. Los grandes directores tomaron provecho de esto y usaron a las estrellas a su favor. Pero la explotación de una estrella tenía – y tiene – indudablemente un origen comercial, basado en la posibilidad del espectador de sentirse identificado o simplemente a gusto con una presencia en la pantalla y no con otra. Todos los países desarrollaron este Star System con mayor o menor efectividad. La importancia de dicho sistema es directamente proporcional al desarrollo de la industria cinematográfica. Muchas veces el gancho de una película es su pareja protagónica. No tiene que ser una pareja romántica, más bien lo contrario, es muy común que el verdadero éxito esté en el enfrentamiento. Es así que muchos films construyeron su éxito en base a unir a dos estrellas de igual importancia. No hay que olvidarse que una verdadera estrella difícilmente acepte con alegría compartir el cartel con alguien que pueda hacerle sombra. Así es que hay enfrentamientos memorables (aunque no se trate de enemigos, se aclara, pero sin ser tampoco dúos) John Wayne-Robert Mitchum, Bette Davis-Joan Crawford, Alain Delon-Jean Paul Belmondo, Al Pacino-Robert De Niro, son en sí mismo un interés para ver una película. Más aun, cuando el enfrentamiento debe tener un ganador y un perdedor, o un villano y un héroe. Ahí uno sabe que presencia una historia en la película y una batalla extra cinematográfica entre dos grandes actores. He aquí uno de los motivos por los cuales El muelle resulta una propuesta atrayente, y hay que decir desde ahora, sin más suspenso, que quien vea la película por ese motivo no saldrá defraudado. Como tampoco lo hará quien busque un buen policial francés.
Policiales
Léo Vrinks (Daniel Auteuil) es el policía a cargo de la división BRI, Denis Klein (Gérard Depardieu) es el líder de la división BRB. Una banda de asaltantes está robando camiones blindados con particular eficacia y gran violencia. Cuando el jefe de policía Robert Mancini (André Dussollier) anuncia su retiro, también anuncia que quien atrape a dicha banda se quedará con su puesto. Ese es solo el punto de partida para contraponer dos miradas del mundo policial y dos formas de encarar el trabajo. Indudablemente estamos frente a un film policial, aunque dentro del género existen distintas variables. A la que pertenece principalmente El muelle es al policial negro o film noir. Un género que tiene – como ningún otro – una historia en común entre Estados Unidos y Francia. La denominación no proviene del mundo del cine, sino de la literatura. En Estados Unidos los géneros cinematográficos fueron desarrollados con el fin de poder comercializar más fácilmente las películas. De todos los géneros cinematográficos importantes del Hollywood clásico, el único que fue denominado a posteriori fue el policial negro. El nombre surgió cuando en Francia la Editorial Gallimard editó una colección de novelas con el título de Série noire. En dicha colección estaban las novelas de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, que pertenecían a lo que ellos mismos llamaban hard-boiled y también se lo conoce aquí como novela dura. Fue así que ciertos films realizados en Estados Unidos a partir de la década del 40, empezaron a ser considerados pertenecientes a este género. Una vez que dicho género tomó conciencia de esta lectura (en Francia a mediados de la década del 40 se empieza a hablar del mismo) empezó a profundizarse el estilo y los temas de estos films. Climas oscuros, asfalto mojado, luces de neón, mucho humo de cigarrillo y detectives privados. Mujeres fatales (en el cine, casi siempre rubias) casos simples que resultan complicados, corrupción, sobornos, whisky y oficinas hoy fácilmente reconocibles. Largas sombras y una violencia poco habitual para la época. Una mirada muy crítica de una sociedad individualista y un clima de paranoia. Así, rápidamente, se puede resumir un género amplio y complejo. Francia tomó la posta de dicho género y encontró en Jean Pierre Melville a su máximo referente. El policial francés no era como el norteamericano, pero ambos estuvieron siempre conectados. El muelle explora ese mundo negro y sórdido del crimen, pero lo hace dentro de la fuerza policial. Por cuestiones de censura, Francia siempre tuvo más espacio para centrar sus historias en policías duros sin necesidad de héroes. El director Olivier Marchal es, curiosamente, un ex-policía y esto le permite al film una mirada desde dicha institución muy particular. Por un lado tiene detalles de realismo que no suelen verse en estos films, y por el otro posee un retrato terrible de la violencia imperante, en la fuerza y la forma en que los personajes desarrollan esa violencia y códigos internos que exceden a las leyes de la sociedad. El director y los guionistas tomaron, además, muchos eventos de la vida real que combinaron en esta historia. Esto no es tan habitual en el policial negro, esto corresponde a un género policial que brilló en la década anterior: el cine de gángsters y cuya fuente principal eran las noticias policiales durante La ley seca. Esta conexión no debe ser subestimada porque el funcionamiento de los dos grupos policiales, por momentos, parece emparentarse con el enfrentamiento entre dos bandas rivales, la marginalidad en la que desarrollan sus actividades refuerza esto. Estos toques de realismo se extienden a la capacidad del realizador de involucrar dramáticamente a los personajes no solo a través de las escenas de acción. Así es que hacia la mitad del film el drama policial se impone, y es allí cuando El muelle termina de completar esta combinación de géneros y convertirse en una gran película. Luego la resolución será un tanto anticlimática, pero se justifica ideológicamente y cierra perfecta la idea del film. La descripción de la estructura policial y la vida privada de los protagonistas son algunos de los varios elementos que remiten a Los sobornados (The Big Heat, 1953) dirigida en Hollywood por el alemán Fritz Lang, uno de los mejores policiales negros de todos los tiempos y uno de los pocos en ocuparse del lado más humano de los protagonistas. La ética, sin duda, es otro elemento en común, aunque la gama de grises que maneja El muelle es mucho más ambigua y hasta discutible.
Sobre los hombros de gigantes
No hay dudas de que el peso final de esta película recae sobre los hombros de sus estrellas y el dúo protagónico es lo que hace la diferencia. Los policías que se debaten en un duelo casi decimonónico por su gigantesca trascendencia y sus terribles consecuencias a través del tiempo, cobran vida mediante dos actuaciones que son en sí mismas una batalla. Pero nada de grandes lucimientos, ni exageradas gesticulaciones, el policial negro posee personajes parcos, de pocos gestos y menos palabras. Como solo los grandes actores saben hacerlo y como solo las grandes estrellas consiguen transmitirlo en la pantalla, Depardieu y Auteuil no necesita hacer un show personal para demostrarnos nada. Sus carreras les bastan como presentación y les sobra carisma. Aunque el papel principal le corresponde a Daniel Auteuil, hay que empezar hablando de Depardieu. Su personaje está lleno de silencios, de miradas que sin ser amenazantes lo son. Interpreta a un policía (a una persona) que ha dejado atrás sus ideales iniciales y que disfraza, cada vez con menos efectividad, su propia decadencia moral y su vuelco hacia el lado oscuro de la fuerza policial. Su malestar existe, aunque sus ansias de poder y su incapacidad de asumir culpas logre taparlo todo el tiempo. Sus últimas líneas de diálogo son eso, un intento de seguir culpando a otros de su propia responsabilidad. Su personaje es más complejo de lo que se podría ver a primera vista. En cuanto a Daniel Auteuil hay mucho por decir. Su carrera tal vez no sea tan conocida como la de otras grandes estrellas francesas, pero su rostro es reconocible por todos los que aman el buen cine francés. Sus papeles en Jean de Florette y Manon del manantial, Un corazón en invierno, La reina Margot, El placard y El adversario, lo fueron transformando en un rostro querido y respetado a la hora de elegir una película. Su memorable nariz (en otro duelo muy particular con la nariz, también histórica, de Depardieu) y su mirada sorprendida le han otorgado una identidad propia que, sumada a la versatilidad que posee para variar de rol, lo convierten en un prolífico trabajador de la actuación. Capaz de ser un monstruo como en El adversario o un gracioso maître en problemas como en El restaurante, Auteuil ya se volvió un nombre imprescindible del cine francés. Acá es justamente su versatilidad lo que le otorga complejidad a su personaje, al poder asegurar si se trata de un héroe o no. Cuya ética de policía está reñida con muchos principios morales, pero funciona dentro de los códigos de la fuerza. Enredado en una compleja trama de traiciones y contradicciones, el personaje intenta sostener su mundo a duras penas, siendo fiel a sus colegas e intentando cumplir con su trabajo. Respondiendo así a una extensa tradición de policías ambiguos que el género posee. Sin estos dos grandes del cine francés el film habría perdido gran parte de su fuerza. A ellos hay que sumarles a André Dussollier (Perceval el galo, Un corazón en invierno, Conozco la canción) como un jefe de policía que no quiere arriesgar nada, y a Valeria Golino (actriz italiana que pasó por Hollywood en Rain Man, entre otros títulos) como la esposa de un policía, un personaje desde siempre y como en Los sobornados, destinado a sufrir el trabajo de su marido.
El centro de la mirada
No solo de guión vive el cine, más bien lo contrario, dirían algunos. Sin duda que lo que prima en una película es la imagen y los recursos que utiliza un director dicen – cuando el film es bueno – mucho más de lo que un espectador desprevenido pueda imaginar. Vamos a un ejemplo. El teleobjetivo no es el lente utilizado con más frecuencia a la hora de filmar una película. Su profundidad de campo es escasa, es decir, que es poco lo que queda en foco cuando se lo utiliza. Se usa, generalmente, para filmar objetos lejanos y su efecto principal en fotografía – y obviamente en cine – es el de separar claramente a la figura elegida para enfocar, del fondo. Los deportes suelen filmarse con teleobjetivo, y la fotografía de animales en estado natural también suele hacerse de esta manera. También la publicidad lo ha utilizado mucho para poder destacar el producto. Todo esto lo menciono porque Marchal lo utiliza en El muelle y consigue un doble resultado visual. El del ojo que espía (un beneficio del teleobjetivo es fotografiar desde lejos, aprovechando que la lejanía permita no ver al fotógrafo) como un policía que espía desde la ventana de enfrente todo el tiempo hasta que ocurran los hechos. Y por el otro lado el destacar de forma realmente llamativa a sus actores. Hay muchos planos de Auteuil y Depardieu con teleobjetivo, incluso en escenas en las que solo se justifica su utilización debido a esto, destacar el rostro del actor y separarlo del fondo. Recurso moderno del Star System (en el cine clásico se los destacaba mediante primeros planos insertados o una iluminación particular) para indicar que son los actores quienes sostienen el relato y una manera clara, también, de decirnos que estos dos personajes, estos dos policías establecen una lucha que está más allá del resto. Separados del fondo, fuera de todo marco, su batalla es por dos formas de entender las cosas y aun en un mundo tan complejo y ambiguo como el que el film plantea, se trata de dos bandos enfrentados. Es significativo el final cuando Vrinks le permite e invita a Klein a demostrar su honor. En esta actitud de Vrinks y en la respuesta de Klein quedan plasmadas dos miradas opuestas. Aquella que intenta hacer lo correcto y tener ciertos valores dentro del caos generalizado, y la otra que asume definitivamente que lo único que le importa es la salvación individual. Vrinks tiene amigos, Klein tiene cómplices. Este pequeño cuento moral que transcurre en el mundo de la policía, podría bien desarrollarse en cualquier otro ámbito de la vida y cada uno de nosotros podríamos preguntarnos cuánto de Vrinks y cuánto de Klein habita en nuestros corazones.