LA VUELTA AL NIDO
Wenders forma parte de nuestra memoria cinéfila. La búsqueda continúa con la misma pantalla en negro sobre la que asoman dos agujeros, como si estuviéramos viendo el cielo a través de un antifaz. Luego, cuando el negro desaparece y podemos observar la luz invadiendo la pantalla, descubrimos que son dos agujeros en una montaña. En menos de un minuto, Wenders nos ha remitido a su filmografía y nos ha obligado a reflexionar sobre la mirada. Lo siguiente que aparece en escena es un cowboy que cabalga por un paisaje de western y, claramente, la imagen nos remite a John Ford. La escena está filmada en varios de los paisajes favoritos de este último, a quien años atrás Wenders homenajeó en forma explícita en otra de sus obras consagradas, Alicia en las ciudades. La cámara panea luego por ese paisaje bucólico y se encuentra con un equipo de rodaje, vulgar y ruidoso. Allí asistimos a una pelea de rodaje que, sin ánimo de parecer exagerado, nos recuerda por un instante a El estado de las cosas, otra obra gigante de Wenders. ¿Y cuántas van ya? Cuando una película, en tan poco tiempo, logra activarnos la memoria de esta manera y poner en juego elementos tan diversos, suele ser porque la apuesta es grande y porque el camino es promisorio. Este gran comienzo sólo puede hacernos pensar que Wenders está de regreso o, al menos, en el camino de retorno a su cine y a su propia historia. En ese sentido, cabe agregar que el protagonista del film es Sam Shepard, quien además lo ha escrito. Y fue justamente Shepard -actor, director, dramaturgo y guionista- quien escribió en 1984 Paris, Texas, aunque allí su participación actoral era mínima y no figuraba en los créditos. Como si esto fuera poco, la pareja de Shepard desde hace años, Jessica Lange, también actúa en el film. Aires de familia, de regreso, de reencuentro. Todo eso posee La búsqueda (Don´t Come Knocking), el último film de Wenders.
La búsqueda del hijo
Howard Spence (Sam Shepard) es un actor de westerns cuya vida agitada lo ha dejado al borde del desastre. Luego de una noche de excesos, deja el rodaje del western que está filmando y sale cabalgando como si la ficción y la realidad de mezclaran. El director del film es el veterano actor George Kennedy, una cita cinéfila de alto vuelo. Va a la casa de su madre (Eva Marie Saint, la protagonista de Intriga internacional, otro detalle impecable) quien le habla de la posibilidad de tener un hijo. Allí es cuando descubrimos que Howard (cuyo nombre remite a Howard Hawks, no podemos obviarlo) necesitaba desesperadamente sentir que su vida tenía algún significado, algún legado. A partir de ese momento, inicia una búsqueda que le deparará más de una sorpresa. El término road movie, -película del camino, película de viaje- tuvo en Wenders a uno de sus más destacados realizadores. Consciente de esto, el director fundó una productora que bautizó precisamente “Road Movies Filmproduktion”. En La búsqueda se reencuentra con las rutas, así como también con los encuadres e imágenes que mejor lo representan. Esos cielos, esos edificios en medio del desierto, así como también la fascinación por las luces de neón y ciertos elementos culturales postmodernos, que con tanta precisión Wenders supo captar en sus films de ficción y sus documentales.
Derecho de independencia
Win Wenders ya era un gran autor en la década del ´70. Había revolucionado el cine alemán y su trabajo empezó a circular por todo el mundo. En la década del ´80 cuando el cine independiente norteamericano adquirió el formato que llega hasta nuestros días, con directores como Jim Jarmusch a la cabeza, la influencia de Wenders era indiscutible. El cine independiente norteamericano lo tenía como modelo, como guía, como padre. En esa década, Wenders estuvo a la altura de las circunstancias, su film Paris, Texas se convirtió rápidamente en un film de culto y en el máximo representante de una manera de hacer cine en forma independiente a la industria, aun cuando no fuera un film norteamericano, parecía ser la quintaesencia de las nuevas corrientes fuera de Hollywood. Y esto es clave para el proceso de entender La búsqueda, porque en esta película, una estrella perdida al borde de arruinar su carrera definitivamente, se encuentra con su pasado para darse cuenta que ha dado algo, que ha dejado una huella. Y el film consigue, de alguna manera, hacer lo mismo con la filmografía de Wenders. El director parece querer decir con este film: yo soy el padre, yo inventé estas familias disfuncionales, estos personajes excéntricos, estas situaciones absurdas alejadas de los cánones de la industria. El padre vuelve a hacer acto de presencia para reafirmar su paternidad. Lo mejor es que lo consigue. Después de años de desconfiar de las intenciones y la calidad del cine independiente, los cineastas que lo reinventaron vuelven a lo que mejor saben hacer, regresan a su cine. De la misma forma en que Jarmusch en Flores rotas habla de la paternidad perdida -e ignorada-, Wenders encuentra a un personaje que tampoco sabe que es padre, pero que un día lo descubre. Para esta generación que siempre estuvo en la búsqueda de padres o que rompió con ellos, esto es un giro significativo. Han descubierto que ellos se han convertido en padres, han descubierto que tienen hijos, que lo que hicieron tuvo consecuencias, que marcaron un camino. Y esto ahora se metaforiza en las historias, aunque en el caso de Wenders va más allá. Wenders retoma su estética, sus temas, sus paisajes, sus actores todo el universo que lo hizo padre del cine independiente vuelve a aparecer aquí para funcionar de manera magistral. Quienes hayan disfrutado de Paris, Texas sabrán hacerlo con La búsqueda, pues son films de calidad semejante. Claro que es posible que aquella película de 1984 haya pasado de moda y entonces La búsqueda resultará también anacrónica. Pero Wenders lo sabe bien, ese anacronismo está representado por el personaje protagónico. No hay duda de que lo que hace de esta película una gran película es la capacidad de tomar todos los niveles de complejidad posibles y dar cuenta de ellos. Wenders logra, sin embargo, hacer de esta difícil operación estética una película igualmente llena de emoción. A los 60 años el realizador alemán ha decidido revisar su camino, mirarse a sí mismo y a su obra. Carente de toda pedantería o soberbia, la película posee calidez y ternura. No se trata únicamente de hablar de la paternidad, sino de la creación toda, del camino recorrido y sus resultados. Wenders, quien ha hecho gran cantidad de sus film sobre rutas y caminos, reconoce también haber construido algunas cosas. Familias incompletas tal vez, poco tradicionales, pero llenas de vida y amor. Y de la serenidad y sabiduría que solo poseen aquellos que han iniciado el camino de regreso. Wenders, en el doble sentido del término, está de vuelta.