Máximo Ferradas (Mariano Martínez), empresario e hijo menor de una poderosa familia de pescadores de toda la vida, le pide a Francisco, su padre (Jorge Marrale), su parte de la herencia. Así, comienza un largo viaje que lo llevará hacia tierras lejanas, intentando construir su propio imperio. En ese comienzo el personaje tiene esa condición que el título de la película parece establecer. Máximo se instala en “Perla del Mar”, un pueblo pesquero en la Patagonia argentina, donde conoce a Caviedes (Arturo Puig), un enigmático empresario que le ofrece la cima de los negocios. Pero los pescadores más humildes, liderados por Coletto (Osvaldo Santoro) le hacen frente y el gran desafío es imponer o no una ley de pesca.
Como una especie de Wall Street (1987) pesquera, la película muestra el ascenso sin medir las consecuencias de un joven y las trampas que su conducta le pondrá en el camino. Un poderoso mensaje religioso y moral irá asomando en la película de forma tan infantil y torpe que aún creyendo en el camino de ascenso y caída y redención que ha dado tantas buenas películas, aquí es difícil tomarse las cosas en serio. Un elenco de actores importantes al servicio de una película muy fallida que a primera vista no parece serlo. En todo caso, el mayor mérito de Yo traidor es disimular tan bien lo mala que es.