UN MISTERIOSO ASESINATO EN LONDRES
La filmografía de Woody Allen se puede dividir en etapas, por décadas, por géneros, por actrices fetiches, ahora por ciudades, y hasta por el uso del color o el blanco y negro. Pero fuera de estos parámetros, que son los habitualmente elegidos para analizar su trayectoria, se puede pensar la misma desde un lugar más literario. Así, sus películas se podrían dividir entre aquellas que se parecen a las novelas y aquellas que se asemejan a los cuentos. De los últimos años, Match Point es, indudablemente, una película-novela, tanto por el desarrollo de sus personajes, como por la estructura dramática, los temas y hasta por el tempo de la historia. Otros ejemplos de película-novela dentro de su filmografía pueden ser: Annie Hall, Hannah y sus hermanas, Crímenes y pecados, La última noche de Boris Grushenko, Maridos y esposas, etc.
Después de ver Scoop, su nuevo film, uno no puede dejar de pensar que en este caso estamos frente a una película-cuento. Sus personajes están apenas delineados, son sencillos y directos, y su conflicto es fácil de resumir. Se podría decir que Scoop es sólo la suma de dos o tres conceptos divertidos e ingeniosos, y que juntos alcanzan para que el film encuentre su forma y cumpla con su objetivo. Es que las películas-cuento suelen acercarse con más facilidad a la ligereza y la simpatía, gracias a que el elemento fantástico y el absurdo aparecen allí con mayor frecuencia que en otros films. Alfred Hitchcock llamaba a estas películas “más sencillas” o “más seguras”: run for cover (algo así como: “correr en busca de refugio” o “ir a lo seguro”). Esa búsqueda de sencillez o seguridad, sin embargo, no significa que el resultado sea -necesariamente- el de obtener películas inferiores. Así como tampoco el género cuento es inferior a la novela. No por casualidad Scoop llega justo después de Match Point, uno de los films considerados más importantes dentro de la última década de la carrera del director.
El hombre que sabía demasiado
La herencia cinematográfica de Alfred Hitchcock es tan grande que hoy es casi imposible no cruzarse con algún elemento de su cine que no haya sido imitado, copiado, homenajeado o, simplemente, aprendido. A esa suerte de influencia inevitable tampoco ha podido escaparle un realizador como Woody Allen, quien ha elegido jugar con elementos del universo hitchcockiano en más de una ocasión. El ejemplo mejor logrado es Un misterioso asesinato en Manhattan, película nutrida, entre otras cosas, por el argumento de La ventana indiscreta con algunos toques de Vértigo; dos obras maestras de Hitchcock. Aquel film destilaba una alegría particular y un humor muy fino, como casi no hubo otro en todo el resto de la carrera posterior de Woody Allen. Sin embargo, esa cuota de alegría -y ésta es otra lección de Hitchcock- no oculta algunas cuestiones más oscuras e inquietantes que subyacen en la misma obra. En Scoop, la pareja protagónica está formada por un ridículo mago (Woody Allen) y una atolondrada e impulsiva estudiante de periodismo (Scarlett Johannsen), quienes establecen un vínculo de padre e hija (casi, abuelo y nieta), esta relación aleja al personaje que suele representar Woody Allen de sus clásicos romances con mujeres mucho más jóvenes que él. Tal como ocurre en Sombras y niebla y Alice, el elemento fantástico aparece de forma notable, con un periodista que vuelve del más allá para informar que un joven de clase alta (Hugh Jackman) podría ser “el asesino del Tarot”, el hombre que ha estado sembrando Londres de cadáveres. De este émulo de Jack, el destripador se va a enamorar la joven periodista, delineando así otro tópico recurrente en toda la filmografía de Alfred Hitchcock: la protagonista enamorada de un sospechoso. De hecho, su primer film importante, The Lodger, posee muchos elementos de los que Scoop toma algo prestado.
El difícil arte de la ligereza
Triste es el destino de una cineasta que, aun después de haber dado muestras de un indudable talento para el dominio de su oficio, debe tolerar el menosprecio cuando elije practicar el fino y complejo arte del cine ligero. Esto parece ser, aun hoy, un defecto, cuando en realidad encierra una labor mucho más compleja, cuya ligereza intrínseca es un arte en sí mismo. Jerry Lewis, actor, director y guionista de comedias, aseguraba que la comedia era tragedia, que desde ahí partía todo lo demás. Basta observar la idea principal que subyace en Scoop para ver que Woody Allen explota este concepto hasta el límite. Scoop es una película sobre la desconfianza, sobre la sospecha -como todo el cine de Hitchcock- aunque también, sobre la aventura y la diversión. El dúo cómico del film carga sobre sí la marca oscura de la desconfianza, tal como ocurría con La sospecha, un clásico de Hitchcock. No por nada renace su raíz hitchcockiana en esta etapa británica de Woody Allen. Y por debajo de la superficie -y al igual que Hitchcock, nuevamente- Allen parece mirarse con la misma dureza de siempre y con una cierta melancolía que le da a Scoop un inesperado tono agridulce. Allen se juzga como un artista mediocre, sin vuelo, un tanto vulgar, sin una pareja y con los años que le siguen corriendo. Desesperanzado, parece decir que ni el amor ni la felicidad son posibles en esta vida, aun cuando la vitalidad de la joven protagonista nos remite a la euforia de Un misterioso asesinato en Manhattan. El director sólo sueña con poder divertirse un poco en el más allá, lugar al que no ve como algo tan malo, mientras nos permitan ciertos hobbies terrenales. Woody Allen, quien ha sobrevivido a muchas separaciones laborales y sentimentales a lo largo de su vida, parece haberse alejado de aquello que jamás creeríamos que abandonaría: New York. Pero si dependiera de una ciudad para reflexionar sobre el mundo, su cine sería bastante limitado. Londres es ahora el nuevo espacio donde sale a probar que su talento no tiene fronteras.