El encargado es una serie dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat y protagonizada por Guillermo Francella. Son once episodios donde los autores y el protagonista logran sacar lo mejor de la posibilidades de la historia y armar una de las ficciones más divertidas y estéticamente memorables hechas en Argentina en los últimos años. Incluso mejor que muchos de los films que han hecho.
Eliseo (Guillermo Francella) es el encargado de un edificio de clase alta. Es simpático, servicial y siempre está atento. Pero el héroe de nuestra historia es también nuestro villano. A espaldas de propietarios e inquilinos el tiene todos los secretos posibles, los acuerdos ilegales e incluso los manejos imprudentes de la vida privada de cada uno de ellos. Es el encargado, pero también un vigilante y un espía. La serie no es sobre un consorcio, sino sobre un encargado y la batalla por la supervivencia que se desarrollará cuando Eliseo ve amenazado su futuro.
La paz que tiene y el control que ejerce el encargado se verán en peligro cuando el más miserable de los propietarios, Zambrano (Gabriel Goity) lleve adelante un proyecto para construir una pileta en la terraza que implica demoler el pequeño departamento de Eliseo. Pero no solo eso, su idea es directamente echarlo y contratar un servicio de limpieza. Esta declaración de guerra será el inicio de una batalla sin cuartel entre ambos, con Eliseo dispuesto a casi todo con tal de torcer las voluntad de los habitantes del edificio, los más cercanos a él y los casi desconocidos. Todo esto, claro, en clave de comedia de humor negro, un clásico de Cohn y Duprat.
Los directores de El hombre de al lado, El ciudadano ilustre y Competencia oficial hacen gala de su espíritu misántropo en esta narración donde reparten dardos en todas las direcciones, sin piedad. Desde los progresistas que tienen una empleada en negro y repiten frases bobas de intelectuales de izquierda (algunas sacadas de la realidad argentina) hasta un militar veterano con prisión domiciliaria. Abogados, psicólogos, enfermeros, jóvenes o viejos, políticos, sindicalistas, todos reciben una mirada ácida sobre sus características más miserables. ¿Pero en qué se diferencia El encargado de los films de Cohn y Duprat? La diferencia es que son más horas que un largometraje, aunque los episodios no sean largos. Y aparece, dentro de la locura descripta, algo de corazón, un poco de sentimiento. Esto no ablanda a la serie, la vuelve más compleja, porque no se termina de saber si hay sentimientos reales o no, debido a todo lo mencionado.
Cada episodio abre pequeños conflictos dentro del mencionado conflicto principal. Aparecen personajes que muestran las habilidades de Eliseo para resolver problemas, muchas veces con acuerdo infames y con actos de corrupción de diferente importancia. La serie tiene la máxima idea del mundo de Alfred Hitchcock: si el director nos hace seguir a un personaje haciendo algo que no quiere que se descubra, nosotros estaremos del lado del que oculta, aunque en la vida cotidiana condenemos lo que hace. No es una cuestión moral, es una cuestión de puesta en escena. Son los minutos de pantalla y cómo se filma a alguien lo que nos hace estar de su parte. Eliseo es un villano pero es nuestro villano. La maldad de los demás nos alivia, pero estamos siendo cómplices de sus barbaridades. Es incómodo y divertido, es lo que Alfred Hitchcock nos ha enseñado a disfrutar. Volviendo al tema de los sentimientos, cuando Eliseo pase ciertos límites, el espectador despertará, alertado por lo que ya sabía pero no aceptaba acerca del protagonista.
También juega con la idea del empleado como amo. No son todos los empleados los que ocupan ese lugar ni tampoco esta es una película sobre la lucha de clases. Se parece más a El botones (The Bellboy, 1960) de Jerry Lewis que a Claude Chabrol. Aunque Lewis odiaba la belleza y el orden y Eliseo es un amante de la pulcritud y la organización. No podrían, Cohn y Duprat, entregarse al desorden. Incluso cuando vemos que el sindicalista de clase alta tiene cuadros kitsch de los líderes en su departamento, estos están puestos de forma prolija. Toda la puesta en escena es elegante y bella, aun cuando las cosas sean de dudoso gusto. La pasión por la forma que distingue a estos directores acá alcanza uno de los puntos más altos y toda la serie, con todos los que han participado, siguen esta premisa. Cada departamento es un mundo estético, todos están perfectamente cuidados.
Hay muchos más cosas por decir, pero sería contar demasiado. El elenco con un gran número de actores está impecable, cada uno en su rol, pero cuánta más pantalla tienen, mejor están. Así hasta llegar a Guillermo Francella, en lo que por lejos es su mejor trabajo en una serie y tal vez en general. Humor y drama, algo de patetismo y también un gran costado siniestro. Es capaz de hacer reír y también de meter miedo. No es una sorpresa su talento, pero sí es hermoso verlo crear un nuevo personaje que lo lleva un poco más allá. Cuidándose de caer en las trampas de sus éxitos, el actor se mantiene a raya produciendo la simpatía y la desconfianza necesarias para cumplir con todo lo mencionado antes.
El encargado tiene un comienzo arrollador y luego va creando situaciones inesperadas mientras avanza con su humor negro hasta lugares difíciles de adivinar. Tiene aliento para rato y es bella de ver, además de su manera de generar risas con su descarnada visión de las personas. Las posibilidades del streaming para la ficción argentina este año han dado varias alegrías en cine y series. Tal vez ese sea el lugar ideal para hacer buenas producciones de gran calidad. El encargado es una de ellas.