LA VOZ EN OFF
Paris Je t´aime es un film colectivo realizado por una gran cantidad de directores de todo el mundo y estrellas de cine de las más diversas latitudes. Tan sólo con enumerar algunos se puede dar muestra de la ambición del proyecto: Juliette Binoche, Gerard Depardieu, Willem Dafoe, Nick Nolte, Natalie Portman, Gena Rowlands, Ben Gazzara, Steve Buscemi, Javier Cámara, Mirando Richardson, Sergio Castellitto, Bob Hoskins, Elijah Wood, Fanny Ardant, y la lista sigue Entre los directores, los nombres no son menos importantes. Los hermanos Coen, Alfonso Cuarón, Gus Van Sant, Wes Craven, Olivier Assayas, Walter Salles y Alexander Payne (que actúa, además, en el corto de Wes Craven, interpretando a Oscar Wilde), de quien en realidad es el único que merece un análisis profundo. El resto, lamentablemente, carecen de profundidad y, muchas veces, incluso de cualquier interés. Son 18 o 19 cortometrajes (depende de cómo se lea el film) que cuentan historias que transcurren en Paris. Algunas son muy tontas, otras, asombrosamente irrelevantes; algunas, ingeniosas en el peor sentido de la palabra, y sólo dos o tres poseen algo de interés. Todas, incluso las que tienen interés, son irrelevantes, excepto una. Una que justifica todo el film. Pero antes de pasar a analizar ese corto, mencionemos lo grato que resulta ver en la pantalla a Fanny Ardant o a Bob Hoskins, así como tampoco puede dejar indiferente a ningún amante del cine los rostros de Gena Rowlands y Ben Gazzara, dos fetiches del realizador John Cassavetes, charlando de los viejos tiempos mientras se toman un vino servido por Gerard Depardieu. Fuera de eso, es alarmante la falta de ideas, compromiso emocional o sensibilidad que poseen las otras historias. ¡Algunas carecen de las tres cosas! En otras, Paris no existe, aunque esto es menos grave que la ausencia del cine que también delatan. Un manto de piedad sobre este despropósito múltiple y festejemos el espacio que el film permite para el corto final. Por algo, después de todo, está al final, seguido solamente por una secuencia de transición que no es un corto en sí mismo.
14ème Arrondissement
Si Paris Je t´aime tenía como objetivo convertirse en un tour por París, falla. Si quería explicarnos las razones por las cuales es una ciudad tan particular, tampoco acierta. ¿Y por qué, entonces, esta escalada de errores? Porque todos los actores de los films parecen saber todo lo que necesitan de París, ya que, o bien están acostumbrados a la ciudad luz, o bien no la consideran tan especial; lo cuál podría ser su punto de vista y nosotros deberíamos respetarlo. Pero como la película se llama Paris Je t´aime, lo menos que uno puede esperar es que alguien la quiera profundamente y esté dispuesto a mostrarnos sus motivos. Por suerte, y no por accidente, como ya dijimos, el último corto justifica todo: el título del film, el sentido de ir a verlo y la idea misma de para qué se hizo. El director de 14ème Arrondissement es Alexander Payne y su única actriz se llama Margo Martindale. El cuento es muy sencillo, pero su sencillez no es otra cosa que el envase puro y directo de las obras maestras. Cuando un director hace cortometrajes, lo más común es que los haga al comienzo de su filmografía, cuando su universo y su estética aun están en ciernes. Tener la oportunidad de hacer un corto cuando ya se tienen varios films importantes realizados es una oportunidad de oro para hacer del formato una verdadera obra maestra. La mayoría, sin embargo, no siempre lo consigue, y menos en este film. Posiblemente, no estoy seguro, se deba a que filman sin tiempo, sin ganas y sólo por los beneficios rápidos que puedan obtener. Así pues, Payne no sólo se termina de coronar con este corto como un gran realizador, también crece como artista comprometido con su arte. Verdaderamente comprometido. Repasemos rápidamente la filmografía de Alexander Payne: Ciudadana Ruth (Citizen Ruth, 1996), La elección (Election, 1999), Las confesiones del Sr. Schmidt (About Schmidt, 2002), Entre copas (Sideways, 2004). A eso hay que sumarle que es el autor del guión de Jurassic Park 3 (2001), película a la que supo dotar de un particular enfoque emotivo sin que perdiera nada de la acción intrínseca de la famosa saga. Acá Alexander Payne consigue lo que ha logrado siempre, mirar a sus criaturas con la inteligencia y la humildad como para no sentirse superior a ellas, sino un par, aun cuando éstas no sean igual a él. La capacidad que tiene Payne para comprender a sus personajes -incluso los menos simpáticos- es algo que no abunda, mucho menos entre los autores “importantes” que suelen caer en un mesianismo del cuál él carece por completo.
El cine puro
Carol (Margo Martindale) es una mujer norteamericana que trabaja como cartera en Nevada. Ha viajado a París para cumplir el sueño de su vida, conocerla. Toda la experiencia que vive allí nos la narra la propia Carol con el recurso de la voz en off. Mientras la vemos a ella todo el tiempo en cámara, escuchamos su voz en un francés muy primitivo, pero bien prolijo, contándonos todo lo que le pasa. Da toda la impresión de que se trata de un texto escrito para su clase de francés, ya que cada palabra elegida y la forma en que las pronuncia parece la redacción propia de un alumno de idiomas. Si el lector prestó atención a lo dicho hasta ahora podrá darse cuenta de que la historia ya presenta las primeras capas y complejidades desde su concepción. Una mujer angloparlante es la voz en off -en francés- del corto. Su texto está escrito por ella misma, en un idioma que no domina del todo y, además, está leído. Empecemos entonces por el mérito formal del corto. La voz en off es un recurso cinematográfico que muchas veces tiende a tapar las falencias del guión, más que a utilizarse como un recurso estético y narrativo puro. Cuando se habla, justamente, de cine puro, se suele referir a la imagen, pero casi nadie cree que el cine puro pueda incluir recursos de sonido, por ejemplo, la voz en off o los diálogos. En una novela, la voz del narrador tiene mucha más entidad artística que en un film. El motivo es tan obvio que no hay que explicarlo. Pero la voz en off que encontramos en 14ème Arrondissement es una voz puramente cinematográfica. La cadencia, el acento, los pequeños detalles jamás podrían hacerse con tal precisión y efectividad en una novela. Y no por culpa de la novela, sino porque de lo que se trata es de un recurso cuya belleza y funcionalidad son puramente cinematográficas. Sí, se podría trasladar la mala pronunciación a un texto, pero el resultado no sería igualmente bello. Aun así, ese texto sólo podría tener sentido en el idioma en el que el personaje habla, ya que al traducirlo se perdería por completo todo el recurso. A esto, claro, hay que sumarle un elemento completamente cinematográfico: la imagen, porque a cada pasaje del texto le acompañan las imágenes del personaje paseando por París. De la contraposición de la voz en off y las imágenes surge el arte que alimenta a este maravilloso cortometraje.
Enamorándose
Las primeras imágenes de Carol y lo que dice no dejan lugar a dudas. Carol es una empleada de correos que camina para repartir cartas en su país natal y se ha tomado unas vacaciones para las que no podemos medir, a ciencia cierta, cuánto esfuerzo ha tenido que realizar. Sí sabemos que ama el francés y que deseaba conocer París. Pero ella no es una modelo, ni una actriz, ni un vampiro, ni ninguno de los personajes que hemos visto hasta ese momento en la película. Ella es una mujer común y corriente. Una señora de poco más de 50 años, una proletaria norteamericana sin cultura general, como lo demuestra el hecho que confunda a Simone De Beauvoir con Simón Bolívar, en un gag memorable que deja en falta a los pretenciosos cortos del film. Es sumamente graciosa la cara que pone -sin juzgar- al notar que dos señores, Bolívar y Jean Paul Sartre, se amaban y por ello están enterrados juntos. Un chiste que nos dice: no es culta, visita lo que hay que visitar sin saber bien porqué, es una persona muy básica, pero no por ello intolerante. El primer segmento del corto desarrolla este personaje, provocando muchas veces momentos de gran humor y cierto patetismo bien equilibrado que hace que el espectador sienta una inmensa ternura por esta señora. Pero poco a poco la trama se va volviendo más interesante y, más tarde, las risas iniciales comienzan a dar paso a un personaje de una riqueza deslumbrante. Porque, como ya dijimos, ella no es uno de esos personajes cinematográficos como el resto de los cortos nos mostró. Ella no es cool, como los personajes de Van Sant, ni reventada, como los personajes de Assayas, ni una leyenda viviente, ni una metáfora de la vida contemporánea. Ella es una persona a la cual ninguno de los directores del cine independiente (la mayoría de los 18 realizadores son cineastas autores del cine independiente) le prestaría atención, al menos no de forma comprensiva. El plano, absolutamente espectacular, es aquel en el que ella dice “yo soy una persona muy independiente”, esa frase y la fuerza con que la vemos recorrer París nos dice muchísimo sobre el personaje (y sobre el mundo de las ideas del propio director). Poco a poco nos irá contando cosas de su vida -la única licencia poética del film es que juega con la idea de ser una redacción y un diario íntimo al mismo tiempo- que demuestran que, tal vez nada más triste, ha viajado sola a París, en parte por ser una persona independiente, en parte porque no tenía quién la acompañara. Así, con delicadeza, comenzamos a encariñarnos con Carol. Descubrimos su gigantesca soledad y la plenitud de su alma sensible. Ella no es una intelectual capaz de explicar claramente su angustia o su alegría, y el director no comete el error de hacerla hablar como si lo fuera. Lo más notable del corto es eso, la fidelidad y el respeto que Payne demuestra hacia la forma de expresarse de su personaje, sin contaminarlo de la intelectualidad propia de un guionista profesional dando rienda suelta a su lenguaje.
Carol está en París. Sola, pero está en París. Y por primera vez en todo el film, alguien le da a París su verdadera dimensión. Algo pasa, después de todo, en París. Luego de dos horas de artistas, intelectuales, snobs y estrellas que parecen no sentir nada, nos encontramos con una cartera de Nevada a la que se le abre el corazón de par en par, y nosotros somos testigos de ello. Carol descubre que se ha enamorado de París y que París se ha enamorado de ella. La emoción que produce esto es tan auténtica y tan compleja, que uno no sabe cuál es la sensación predominante, como le ocurre a la propia Carol. Uno no sabe si está contento, triste, melancólico
El sentimiento que se impone es el del amor. París se convierte, después de todo, en la ciudad del amor. Y Paris Je t´aime se transforma, aunque sea en los últimos minutos, en una película. Producto de Carol, de la ciudad y de un artista notable llamado Alexander Payne.