Robo mundial es una miniserie de seis episodios que cuenta la historia de Lucho Buenaventura (Joaquín Furriel) un viudo que, tras ahorrar y arriesgarse para viajar con su hijo Sebastián (Matías Luque) al Mundial, ve cómo la Selección Argentina queda descalificada luego de una sanción en las eliminatorias. Partiendo de esta ucronía poco verosímil pero con muchas posibilidades, entonces la trama da un nuevo giro. Lucho decide reunir a algunos de sus compañeros de trabajo para robar la Copa del Mundo en su gira promocional por Argentina. El plan tiene como objetivo lograr la reincorporación del seleccionado al Mundial y así poder asistir con su hijo a la mayor competencia de fútbol.
Lo peor de Robo mundial está en lo más importante. La idea de que la gira con la copa siga su marcha en un país eliminado por una sanción polémica ya es un poco forzada. Pensar que robando una copa se reincorporará a ese país está mal y no puede ser que un guionista escriba eso, se lo aprueben, y termine siendo una serie. Hay que ser muy tolerante frente a semejante tontería. Pero bueno, digamos que es una fantasía y aceptemos que en gran parte es una comedia. Incluso así es subestimar demasiado al espectador. Esa es la medida de calidad de la serie y todo en el guión es cuesta abajo a partir de ello.
Pero la dirección es más sofisticada que la trama, la puesta en escena tiene muchas ideas, resuelve con simpatía y varias citas cinéfilas varias situaciones y le da una dignidad a un guión imposible. Hay algunos buenos gags y momentos de comedia logrados. Las actuaciones varían. El protagonista, Joaquín Furriel, actúa editorializando, que es el peor mal de la actuación en Argentina. Hace comedia opinando, hace drama subrayando. No cree en la historia ni hace que los espectadores puedan creer. Ninguno está peor que él. Y por otro lado, el absurdo y simpático homenaje que implica tener a Hugo Quiril, a Héctor Echavarría y Néstor Varzé conecta un poco mejor con el disparate. Admirar y homenajear a ídolos de las artes marciales con una dudosa filmografía muestra mucho cariño por los géneros, pero a la vez poco respeto por el rigor a la hora de contar historias.