Después de muchos años el famoso Gulliver es invitado a regresar a Lilliput, la ciudad que lo convirtió en leyenda. Pero durante todo ese tiempo el Rey -quién era un bebé la última vez que vio a Gulliver- le ha hecho creer al pueblo que Gulliver es un gigante todopoderoso, por lo cual al llegar es un hombre común y no un gigante, el alboroto es generalizado. La consecuencia es que se lo lleva a juicio y se lo condena a muerte. Lilliput está en máxima tensión porque fuerzas extranjeras están a punto de invadir y no tienen un campeón que salga en defensa de la población.
La animación es muy básica y el humor es completamente disparatado pero no siempre gracioso. La trama es demasiado larga y su tesis, la de que se puede ser un héroe sin ser un gigante, es tan simple como excesivamente pobre. No hay nada más que agregar en este film de animación europeo que llega hasta Sudamérica porque debe ser parte de un paquete de películas baratas. Barato no es bueno, por supuesto. ¿Existirá una alegoría política sobre Europa del este en esta coproducción que incluye a Ucrania? No es fácil de saber y tampoco importa nada.