Avatar: el camino del agua (2022) es el primer largometraje de James Cameron luego de Avatar (2009) que a su vez era la siguiente película luego de Titanic (1997). Siendo uno de los directores más importantes y taquilleros de las últimas cuatro décadas, es particularmente llamativo lo espaciado de su filmografía. Hay mucho para decir sobre el vínculo entre el director y el que parece ser el proyecto más importante de su vida, pero la película ya llegó a los cines y lo mejor es hablar puntualmente de su trabajo, no sobre los datos curiosos de producción y rodaje. Solo hay que anticipar que valió la pena la espera para ver la segunda parte de lo que sin duda es el gran proyecto del director de Terminator (1984).
Los primeros minutos de Avatar muestran que el talento de James Cameron está intacto. A veces es difícil precisar que es lo que está arruinado en el cine industrial contemporáneo, pero es muy sencillo darse cuenta cuando se trata de una cineasta superior al promedio. Su maestría se observa en las escenas más sencillas así como también en las más espectaculares. Que quede claro que desde el punto de vista de la técnica cinematográfica Avatar: el camino del agua está por encima de cualquier cosa que se haya visto. Mientras que la calidad de los efectos visuales ha retrocedido de forma lamentable en los últimos años, Cameron ha entendido que hasta el último y más pequeño de los efectos tiene que tener la perfección y la belleza que cualquier plano de una obra de arte debe poseer. No hay manera de sacar la mirada de la pantalla, es simplemente hipnótico lo que Cameron consigue con esta película. En esos primeros minutos lo que uno experimenta es agradecimiento por darnos tanto cine. ¿Cuántas veces hay que ver esta película para tomar dimensión de lo que el director ha puesto en la pantalla?
Luego se arma toda la historia. Siempre clara, bien estructurada, sin perder el eje ni caer en ninguna agenda que no sea la del propio film. Incluso más pulida que la película anterior, que ponía el énfasis en las explicaciones y trataba de hacernos entender la cosmovisión del director a través de más diálogos. Cameron confía más en sus imágenes que antes y sabe que los espectadores entienden mucho mejor lo que tiene para decir que hace trece años atrás. El reestreno hace algunas semanas de Avatar (2009) permitió comparar ambas obras y llegar a la conclusión de que ha mejorado James Cameron en todo. Y también entender que luego de Titanic (1997) decidió abandonar el mundo real y lanzarse a la construcción de un nuevo mundo. Dependerá de la taquilla, pero todo indica que James Cameron ha decidido pasar el resto de su carrera en el mundo de Avatar. Es difícil no ver que luego de haberse convertido en “el rey del mundo” el director ha decidido ir a buscar otros mundos para conquistar.
James Cameron es un creador de universos y eso es lo que más se destaca en Avatar; el camino del agua. Ya alejado de los humanos se dedica a mostrar a Jake Sully habiendo formado una familia junto a Neytiri, con sus hijos Neteyam y Lo’ak y su hija Tuk, su hija adoptiva Kiri (nacida de Grace Augustine) y un niño humano llamado Spider. Es un dato interesante que el niño humano funciona aquí como el diferente, cómo podrían funcionar los niños no blancos en los westerns clásicos como The Searchers (1956) o Flaming Star (1960). Spider es el hijo Miles Quaritch, el gran villano de las dos películas, además. Cuando la familia de Sully busque un nuevo hogar se cruzará a su vez con otro clan, aquellos que siguen, como el título lo indica, el camino del agua. El mundo de Cameron se ha volcado hacia lo que es su verdadera obsesión y a lo que le ha dedicado estás últimas tres décadas más allá de sus películas. Las escenas acuáticas no tienen comparación con nada de la historia del cine.
Crear universos y a la vez conectar con los espectadores es una tensión difícil de equilibrar. James Cameron es humano, uno que se expresa a través de fantasías, de historias inventadas, pero para poder conectar con lo que uno ve, siempre debe haber referencias a nuestro mundo. Y obviamente en Avatar: el camino del agua las hay. Todas las emociones y temas humanos están en los Na´vi. De alguna manera, cada uno de ellos es un avatar de nuestra condición humana. En Terminator 2, en Mentiras verdaderas, ser padres era una permanente lucha que acá se replica con los protagonistas y sus cinco hijos, casualmente el mismo número de hijos que James Cameron tiene en la vida real. Como Jake Sully, el realizador dejó atrás el planeta de las historias en la Tierra y se fue a otro lugar, Pandora. Entre la fantasía más completa y las peleas familiares completamente terrenales, la película juega a permitirnos ser otros aunque en realidad sigamos siendo los mismos.
El panteísmo que ya planteaba en el film original acá vuelve a aparecer, pero lo que es todo un hallazgo es que ahora es más fácil de entender. Ahora lo ha vuelto no sólo más sencillo, sino también más creíble. Si pensamos en cómo ha cambiado el mundo entre 2009 y 2022 queda claro que James Cameron se adelantó a su tiempo en los temas y las ideas. Hoy la mirada sobre la naturaleza en esos términos es mucho más universal y aceptada, más incluso que hace trece años. También se observa la idea de los humanos buscando una siguiente chance de sobrevivir. Jake Sully vive en un paraíso que eligió cuando se opuso a la misión que le habían encomendado y la idea de que ese lugar no es otra cosa más que una armonía total es lo que Cameron mira con fascinación.
A la vez, Avatar es un espectáculo artístico y tecnológico descomunal. Es muy entretenida y nadie ha usado el 3D mejor que Cameron aquí. Se sirve de los avances científicos para lograr este universo natural tan perfecto. Mucho más virtual que el film anterior, incluso. Cameron desconfía de las máquinas pero también se sirve de ellas. Las máquinas, claro, no tienen moral, depende de quien las use y para que las use. Se trata de una película estrenada ahora y cuyo análisis recién empieza. Es tanto lo que se puede buscar aquí que reducirla al comentario de estreno es solo mirar la superficie. Cameron alerta, como en sus películas anteriores, acerca del precio que vamos a pagar por nuestras acciones. Aliens, Terminator 2, Titanic, las películas de James Cameron incluyen una alerta acerca de la ambición desmedida que descuida el lado humano. Antes del estreno tenía dudas acerca de hacia dónde podía ir Avatar 2 y ahora solo deseo ver las siguientes. Como Jake Sully, Cameron dejó atrás la Tierra (en el cine) y ha decidido instalarse en Pandora. Esto recién empieza.