Es evidente que no hay un solo plano en toda la miniserie Harry y Meghan que no haya sido aprobada por ellos. De todos los documentales oficialistas que se han hecho, este figurará, por derecho propio, como uno de los más absurdamente obsecuentes de todos los tiempos. No importa cuanta imaginación tenga uno, nadie puede pensar, antes de verlo, que el autobombo iba a ser tan desatado. Gran parte de la gracia de los documentales suele estar en contar elementos complejos, contradictorios, observan de manera crítica -no necesariamente negativa- el objeto elegido para mostrar. También se puede hacer un festejo y un homenaje, claro, pero esto no queda muy bien cuando los receptores de tanto elogio son los protagonistas exclusivos de la narración y hablan a cámara todo el tiempo.
La ironía es que Harry & Meghan juega a ser polémico, mostrando el lado oscuro de la vida real, pero lo cierto es que dedica mucho más tiempo a festejar a la pareja más que a analizar cualquier tema. Gracias a los seis episodios de esta producción de Netflix descubrimos algo que no sabíamos: Harry y Meghan son las dos mejores personas que habitan este planeta. Es un honor conocerlos y ver todo lo bueno que han hecho y seguirán haciendo. No hay polémica, más bien todo lo contrario. Bueno, como papelón es un poco polémico lo que hay que ver. Critica de forma implacable y minuciosa el mundo de los chismes y la prensa amarilla cuando su única razón de ser son esos mismos chismes amarillistas de los cuales se sirve en cada episodio. Sabe que los espectadores que quieren ver esta historia son los mismos que mirarían The Crown por los secretos sucios o comprarían las publicaciones escandalosas que la serie señala como el enemigo. Justamente, la caída abrupta de la calidad de The Crown tiene que ver con la necesidad de ajustarse ideológicamente, pero también de despreciar la historia y abrazarse a los chismes.
Los seguidores de estos temas no podrán pasar por alto este nuevo punto de vista. Ya han contado esta historia, pero nunca de forma tan extensa. Como es un producto woke, se da el lujo de contarnos el racismo de la sociedad británica de los últimos siglos, así como el machismo del mundo. El capitalismo también recibe unos golpes, lo que es simplemente para caerse al suelo de la risa. Recuerden que es un documental para festejar a Harry y Meghan, a quienes presentan como si fueran dos jóvenes alejados de todo lujo preocupados por cambiar el mundo para mejor. La serie pasa de esto a ser, razonablemente, un festejo de la vida de ricos y famosos, criticando solo algunos de ellos pero fascinándose con otros. También hay villanos de la clase trabajadora, como la familia por parte del padre de Meghan, todos vendidos al periodismo, definitivamente el monstruo elegido para combatir. Los pobres, mientras no caigan en las redes del chisme, están bien. Lo más interesante está en boca de Harry, cuando explica de forma muy clara cómo funciona el vínculo entre la prensa y la Familia Real Británica. Es uno de los pocos instantes en el que documental deja de ser una propaganda de la pareja para otorgarnos algo de información genuina, pero no se profundiza sobre ese punto.
El momento más escalofriante es cuando Meghan cuenta el momento en el cual conoció a la Reina Elizabeth II. Allí repite la reverencia que hizo en aquella ocasión y lo hace burlándose con muy poca educación, mostrando una pedantería que ha intentado disimular durante el resto del documental. Allí se lo ve a Harry bastante incómodo, pero no sabemos si es por el recuerdo del momento o por la mala recreación de su esposa. Tal vez sea el único instante en el cual presenciamos algo de complejidad o tensión. Ojalá hubiera más de estas cosas, pero no las hay. El control es total, es la versión de ellos y punto. Por eso es clave ver que además de Netflix, está Archewell Productions como compañía productora. ¿Y qué es Archewell Productions? Justamente es la productora de Harry y Meghan, parte de una organización que incluye la fundación benéfica sin fines de lucro de la pareja y las divisiones comerciales que se enfocan en la producción de medios, como este documental de seis episodios. Por eso todo está siempre bajo control. Tampoco hay mucho drama, a excepción de lo significa moverse en el mundo real a los que forman parte de la realeza británica.
No significa que el documental mienta, aún siendo una propaganda para disfrute de los fans. Harry es inteligente, sensible, deconstruido, valiente, generoso, con conciencia ambiental y social. Y Megan es aún mejor, porque es todo eso, pero además es una actriz talentosa, una luchadora por los derechos civiles, una feminista, una filántropa total y una mente brillante. Todo esto confirmado por ella misma, sus amigas y su mamá. Por eso conectaron tan bien, porque son perfectos. El autobombo es total.
La serie tiene la astucia de cumplir con todos los discursos a la moda. Combate el racismo más allá del contexto elegido. También dice que el racismo se une al machismo para atacar a Meghan. Hay todo un sector contra el colonialismo y las desopilantes menciones contra el capitalismo. Algunas cosas vienen al caso, otras no. Lo más racista es ver cómo se combate el prejuicio en contra pero se festeja el prejuicio a favor. El amor en los tiempos de woke. La serie confunde las causas justas con los caprichos de una pareja de ricos que es capaz de hacer su propio documental para festejarse. Es el equivalente visual de las estatuas gigantes que se hacían de los miembros de la realeza. Meghan y Harry quieren ser queridos y reivindicados. Pero el carisma no está a la venta, como todos sabemos. Y allí aparece la figura de Lady Di, utilizada para generar un paralelo poco feliz y sin rumbo. Lady Di es la advertencia sobre los peligros de la vida de la realeza y la amenaza del periodismo amarillista. Harry dice en un momento que Meghan le hace acordar a su mamá. Frases sueltas que merecían una repregunta, pero no hay cuestionamiento alguno ni profundidad en este documental. Había material, pero no intención de hacer algo complejo. Los primeros tres episodios ofrecen prácticamente todo lo malo que tenían para hacer y los últimos tres sólo repiten una y otra vez el ataque a la prensa. Con escribir una declaración no les alcanzó, tuvieron que hacer una miniserie. En algunos años seguro serán el episodio de alguna serie documental sobre la familia real, salvo que hagan algún escándalo que les permita tener una vez más una miniserie o que ellos mismos produzcan la secuela de Harry y Meghan.