Peliculas

HARRY POTTER Y LA ORDEN DEL PHOENIX

De: David Yates

UN TOQUE DE MAGIA

Cuando Harry llegó a mi vida ya había sido publicado el tercer libro. Antes, apenas si había escuchado algún comentario, pero a mi alrededor (el mundo de la Academia –la Facultad de Filosofía y Letras, de la que soy graduado) los intereses corrían por otros rumbos y uno con ellos. De repente, Hogwarts (la escuela para los aprendices de magos) tomó cuerpo y Potter, Ron y Hermione cobraron vida. No aporto nada nuevo si digo que los libros tienen esa magia, consiguen volverse reales casi tanto como el mundo que habitamos nosotros, sus lectores. Mucho depende del estilo del autor y de una buena escritura, siempre tiene que ver con que la historia sea interesante y, a veces (pocas veces), las que dejan huella, con la imbricada relación que aúna el espíritu de su tiempo y el mundo imaginario construido de tal manera que arrastra multitudes.

La literatura

Es bien sabida la historia originaria –que a esta altura se hizo mito– de una mujer, maestra desempleada y madre soltera, que en un viaje en tren vislumbró el cuentito de un pequeño que sobrevivía a la muerte en manos de un malvado superpoderoso que lo había dejado huérfano. Un mundo en peligro y la salvación en manos de un niño. Nada que no se haya oído y visto antes. Abrevando de las fuentes literarias inglesas (sagas simbólicas y religiosas, épicas heroicas, cuentos infantiles, etc.), donde lo consciente y lo inconsciente, la cita y el plagio se confunden, J. K. Rowling se convirtió en la escritora más vendedora de la historia, amasó una fortuna incalculable, pero sobre todo consiguió que millones de chicos en el mundo volvieran a tener contacto con un libro. Y no precisamente con libros concesivos. Ideado como una saga de siete tomos (uno por cada año de escuela del protagonista y sus amigos), cada nueva entrega acrecentó no sólo el tenor de lo que contaba con respeto a su potencial lector, sino que también aumentó la cantidad de páginas, en un riesgo que poco tenía del cálculo comercial tan característico de estos tiempos.

Quiero ser claro antes de seguir avanzando en esta especie de racconto de lo que fue la experiencia (ahora que ya estamos despidiendo a una parte de nuestra vida). Acabar un libro es como un pequeño desgarro, un duelo de despedida para con quien nos ha acompañado y para quien hemos sido durante ese tiempo de lectura (mientras escribo estas líneas el tomo 7 aún no ha visto la luz). No sé si Harry Potter es buena literatura, probablemente no lo sea. Demasiadas repeticiones, muchos lugares comunes y frases hechas, poco cuidado en cómo se dice lo que se dice, cero estilo autoral. Sin embargo, posee algo que ha logrado atrapar a los lectores haciendo caso omiso de franjas etarias o económicas, de género y nivel de instrucción. Y ese algo no es poca cosa.

En un momento en que el Mal (el bildungsroman -y esta historia lo es- pues tiene bastante de cuento moral y de enseñanza, pedagógico y didáctico, y las dicotomías y los pares antitéticos suelen ser recurrentes, las oposiciones tajantes y sencillas, expeditivas, fáciles de señalar y comprender) está a punto de apoderarse del mundo conocido, el Líder, el Innombrable Lord Voldemort, pierde la batalla contra un pequeño a quien sólo le deja una cicatriz en su frente y por quien comienza a perder su poder acumulado. Once años después, y ya viviendo con sus tíos, Harry se entera de que es un mago y que debe comenzar su educación con los suyos, que hay muggles (los no magos), sangre impura (descendientes de una pareja con un integrante muggle y un integrante mago), mortifagos (los adláteres del líder maléfico), y la plataforma 9 ¾ de King’s Cross (a la que se accede atravesando una pared), y varitas mágicas, y hechizos, y capas invisibles, y planos señaladotes, y ogros, y gigantes, y coches voladores, y polvos teletransportadores y fotos, y cuadros en los cuales las imágenes están en movimiento, y quidditch (una especie de béisbol y fútbol sobre escobas voladoras), y amistades nuevas, y recuerdos que regresan, y fuerzas extrañas que comienzan a resurgir para acabar con el plan que había quedado a medio terminar.

La verdad es que Harry y Voldemort no son más ni menos que las dos caras de una misma moneda, casi el Jeckyll y el Hyde que todos llevamos dentro, la posibilidad de ver lo que pudimos ser y elegimos no ser. Porque de eso, de elecciones, es sobre lo que hablan (y mucho) estos libros. Quizá sobre-interpretando, pero sin exagerar demasiado, casi sartreanamente. No importa lo que los demás hacen con uno, sino lo que uno hace con eso que los demás hacen con uno. Todos los personajes, desde el menor hasta los principales, atraviesan tal situación y, más tarde o más temprano, comprenden que de ellos dependen tanto las buenas como las malas cosas que pasan y, principalmente, que la vida de cada uno es una decisión personal que para ser tomada depende de los otros y del contexto, pero imprescindiblemente de aquello por lo que uno opte. Eso es algo que Harry empieza a vislumbrar y se hace evidente en la película Harry Potter y la Orden del Fénix, cuando todo se pone en contra y parece que nada es posible, aun contra sí mismo, o de lo que se cree capaz, el joven debe enfrentar el inevitable rol de líder que se le ofrece y decidir qué hacer y qué ser.

El cine

Entrando, entonces, al mundo cinematográfico podemos relevar en breve resumen cómo ha ido variando la mirada que sobre Harry se ha construido. En el comienzo fue Chris Columbus y ya todos sabemos de qué estamos hablando. El trazo grueso, lo simplote haciéndose pasar por lo simple; la comedia para toda la familia, pero pasteurizada y esquemática; lo llano e infantiloide, como si el espectador aun fuera al jardín de infantes o no debiera perder tiempo entre el pochocho y la gaseosa. Un film predigerido que uno acepta porque el fanatismo puede más. Así pasa Harry Potter y la piedra filosofal, en donde el chico descubre su verdadera identidad y comienza la aventura tras la búsqueda de aquel mágico y conocido elemento mitológico, y luego, Harry Potter y la cámara secreta en donde un salón se abre para dejar salir sus peligros y monstruos. Para Harry Potter y el prisionero de Azkaban (la cárcel donde purgan sus crímenes los seguidores del Innombrable) la dirección cayó en manos del mexicano Alfonso Cuarón, quien acabó consagrándose y consiguiendo que este tercer film se convirtiera en el más reconocido por la crítica. Inteligentemente se apropió del libro y construyó un mundo que, aún dentro de su dependencia literaria, cobra vuelo propio y comienza a sembrar de cierta oscuridad la luminosidad que tenían las anteriores entregas. Mike Newell fue el elegido para dirigir Harry Potter y el cáliz de fuego, en donde la muerte se torna real, pues en la competencia de los tres magos, en un intercambio estudiantil, los tres campeones más Harry se verán a merced de un Lord Voldemort que busca vengarse. De todas formas, el tono también se ve matizado por las endorfinas juveniles que se liberan y pugnan por cumplir con los amores, los bailes, los besos, los celos y las rabias porque no se entiende lo que no se dice nunca (los chicos comienzan a develar sus intereses románticos y a dejarse llevar por ellos).

En la reciente Harry Potter y la Orden del Fénix, el desconocido David Yates retoma la negrura y el “realismo”. El mundo cerrado, claustrofóbico y elitista, de Hogwarts se abre y el aire viciado del exterior irrumpe. Los primeros minutos de la película con una fotografía realista consigue despegar(nos) del fantástico (a pesar de las apariciones de los dementores: una especie de fantasmas que son los carceleros de los mortifagos que se encargan de aspirar la vida de quienes apresan) y hacernos sentir la ostranenie de un mundo que conocemos y percibimos demasiado cercano. No por nada, tampoco, las imágenes de los chicos volando por el Tamesis, frente al Big Ben y al puente de Londres no nos resultan tan ajenas o fuera de lugar. El mundo se ha vuelto un lugar peligroso y son muy pocos los que se dan cuenta. Aún apostando por el bien general, jugando del lado de los buenos, se cometen los peores errores y algunos –en una especie de avanzada que no olvida el trabajo en equipo– deberán, en silencio y a hurtadillas, emprender la formación de la resistencia. La vieja Orden del Fénix (Sirius -el padrino de Harry, los Weasley -los padres de Ron, Ojoloco Moody, Nymphadora, Lupin) y el nuevo ejército de Dumbledore -el director de Hogwarts y mentor de los antagonistas- (los protagonistas más Ginny, Luna y Neville) se asociarán para vencer al enemigo que se hace cada vez más fuerte amparado en la obstinada negación de la mayoría.

Mención aparte merece el elenco impresionante de actores y actrices (el cast inglés que exigió la autora) que cada film ha sabido sumar: Richard Harris, Maggie Smith, Michael Gambon, Robbie Coltrane, Brendan Gleeson, Alan Rickman, Gary Oldman, Emma Thompson, Kenneth Branagh, Ralph Fiennes, Helena Bonham Carter, Imelda Staunton, Julie Christie, Miranda Richardson Richardson.

La despedida

Las pérdidas para Harry se suceden sin descanso y sabemos los lectores del tomo 6, Harry Potter y el misterio del príncipe, que todavía habrá más. Hasta donde llegará la autora ya ha dejado de ser un secreto para muchos lectores, pero otros permanecemos en ascuas hasta la salida de la versión en español. Se dice que morirán dos importantes personajes protagónicos más. Faltan unos meses y habremos de abandonar a aquel que supo acompañarnos. Pero bien sabemos que los buenos amigos siempre estarán. Harry –y creo no exagerar– trascendió cualquier estudio de mercado y marketing para volverse un clásico. Un signo de estos tiempos.