Herencia (Inheritance, Estados Unidos, 2020) es una película dramática y de suspenso que parte de una idea particularmente forzada y difícil de aceptar, aunque para verla haya que tolerarla, con la esperanza de que algo cambie. Sus protagonistas, Lily Collins y Simon Pegg, también son un incentivo para darle a la película un poco de crédito.
Cuando Archer Monroe, patriarca de una familia poderosa en la ciudad de Nueva York muere repentinamente, su patrimonio se divide entre su familia: Catalina, su esposa; William, su hijo menor, un político que se presenta a la reelección; y Lauren, su hija mayor, la fiscal de distrito de Manhattan. Hasta ahí nada del otro mundo, pero el abogado de la familia, Harold Thewlis, le muestra en privado a Lauren el mensaje de video póstumo que le dejó su padre. Allí le dice que tiene que contarle un secreto que no puede contarle a nadie. En la propiedad de la familia hay un búnker subterráneo secreto y allí se encuentra un hombre cautivo que se identifica como Morgan Warner. Este hombre dice haber estado preso durante treinta años por decisión del padre de Lauren. Ahora ella deberá continuar con el cautiverio si no quiere poner en riesgo a toda su familia.
Con ciertos ecos de las escenas finales de El secreto de sus ojos (2009) la película pretende llevarnos por una trama insólita y luego aceptar sus esperables y desopilantes vueltas de tuerca. En cada nueva escena uno descubre que el guionista y el director no tuvieron en todo el proceso creativo un amigo que les dijera que nada cerraba o tenía sentido. Así todo hasta el remate final de la película. Simon Pegg dice que estuvo meses entrenando y bajó mucho de peso para su papel. Ojalá haya valido la experiencia a nivel personal, ya que en lo que a la película respecta parecen seis meses completamente perdidos.