“A tear is an intellectual thing” (Una lágrima es algo del intelecto)
William Blake, The Grey Monk
Inteligencia artificial (Artificial Intelligence, 2001) es una película abrumadora, ambiciosa, desmedida. Uno de esos acontecimientos cinematográficos que todos esperamos ver pero, al hacerlo, nos provocan que salgamos del cine confundidos, superados por lo que hemos visto, y no nos dejan dar forma a nuestros atribulados pensamientos. Poco a poco esos pensamientos se ordenan. El motivo de tanto alboroto es que se trata de un film fuera de serie. Para muchos, que venga de la mano de Spielberg es una contradicción, pero si Inteligencia artificial es lo que es, se debe a la mano de un gran cineasta. Un tardío pero renovado regreso de Spielberg a la ciencia ficción.
La película está ambientada en un futuro donde muchas ciudades importantes quedaron sepultadas bajo las aguas. Los países ricos aumentaron el control de la natalidad y se crearon robots para cumplir con gran parte de las tareas. En ese mundo los privilegiados viven sin privaciones, sin alegría, sin horizontes. Este descomunal cuento de hadas -uno de los más extraordinarios de la historia del cine- es de una complejidad pocas veces vista. Aunque por tratarse de Steven Spielberg está claro que se trata de un film de narración clásica, pero esto no impide hablar de una obra original con varios riesgos estéticos. Hasta el espectador menos atrapado por esta historia tendrá que admitir lo ambicioso y lanzado de Inteligencia artificial. El cuento de Brian Aldiss que da origen al film –Los superjuguetes duran todo el verano– es muy breve pero plantea el gran conflicto de la película. David (Haley Joel Osment) es el primer niño meca (mecánico) creado por la firma Cybertronics. Él es una prueba piloto sin precedentes, no solo por ser niño, sino por ser el primero que puede ser programado (y jamás desprogramado) para amar. La película comienza con una charla del doctor Hobby (William Hurt) sobre el deseo de crear este robot. Y allí reside el costado más osado del film. El amor, según A.J., es la forma más sofisticada y compleja de la inteligencia. Y la complicación máxima y el fin mismo de la vida residirían -según la película- en ser amado por la persona elegida para amar. “La cosa más grande que aprenderás en la vida es a amar y ser amado“, es el leitmotivdel film Moulin Rouge (2001). Pero aunque aquí esta idease expresa de manera inesperadamente literal, la mirada sobre el amor es mucho másoscura y compleja. Cuando David empieza aamar surgen los problemas. El padre lo reta y luego también reaparece el terrible “hermano” humano que sale del coma, lo que coloca a ambos como competidores por el amorde Monica (Frances O´Connor), la madre de David. Los dos sonamenazas que lo llevan a cometer actos “irracionales” que lo separan de la vida familiar.Pero el amor es la motivación máxima de David y no dejará de serlo en ningún momento.
Los autómatas y las criaturas -desde Frankenstein hasta los replicantes de Blade Runner– han expuesto como principal conflicto sus dudas existenciales. Querían saber para qué vivían, quién los había creado y con qué fin. En todos esos relatos, ellos representan las dudas del ser humano y provocan en los espectadores un cariño mayor que las personas. David no tiene esas dudas, la búsqueda del creador sólo es un paso para alcanzar el amor. Es realmente muy inteligente esta variante dentro del frío contexto de la ciencia ficción. Y lo es porque es universal y ocupa mucho más tiempo en la vida de las personas que el otro conflicto. Que el amor y la necesidad de este hayan recibido un tratamiento inocente y sensiblero en muchas ocasiones no significa que no pueda ser la fuerza vital de nuestra existencia. Spielberg, para muchos un realizador ñoño, parece haber encontrado en este proyecto que le dio Kubrick un refugio para dar rienda suelta a una mirada más adulta, menos mágica y mucho más racional del mundo. Y (algo que no podría haber realizado jamás Kubrick) consigue así hacer una película profunda, lúcida y a la vez emotiva. El propio Kubrick quería que Steven Spielberg la dirigiera cuando desarrolló el proyecto que para él quedó inconcluso.
La mencionada lucidez combinada con la emoción lo llevan a Spielberg a realizar un film más honesto con el espectador y con él mismo. Por primera vez consigue explicarse y explicamos cuál es el significado de un cuento de hadas. Se saltea la trivialidad de ciertos productos Disney clásicos y llega a la complejidad de los relatos de hadas tradicionales. Se sumerge en las profundidades más oscuras y temibles del ser humano y arriesga reflexiones serias sobre el sentido de la existencia. De la misma forma en que para algunos es complicado entender el cine de Orson Welles, Luis Buñuel o Robert Bresson (por citar ejemplos bien distintos), habrá quienes sean incapaces de creer y confiar en el universo de Steven Spielberg. Para algunos, el oso Teddy será un obstáculo insalvable; para otros lo será el hada madrina; el Dr. Know provocará risas de burla y los extraterrestres tal vez sean difíciles de entender. Pero Spielberg actúa de la misma forma que aquellos autores mencionados. No mide las consecuencias de meterse en un cine personal, arriesgándolo todo en pos de mostrar en la pantalla su mirada sobre el mundo. Spielberg se ha soltado y muestra, luego de sus notables películas vinculadas con la historia, se mueve por terrenos menos seguros. Los viejos personajes de Spielberg parecen estar presentes y querer decir algo en AJ. Los extraterrestres optimistas son justamente eso: optimistas que no tienen idea de cómo fue la Tierra. Como si fuera el final de ¡Qué bello es vivir!, tratan de decir algo que la película demostró que no es tan así. La única memoria de la humanidad es un robot que ha visto las cosas más oscuras. Pero son los personajes de los anteriores films de Spielberg los que insisten en que el mundo es hermoso y bello. Según Inteligencia artificial, no lo es.
El guión, escrito por Spielberg, el primero de su autoría en un film suyo desde Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) hubiera hecho las delicias de Vladimir Propp, Bruno Bettelheim y demás estudiosos de los cuentos de hadas. La sofisticación y la innumerable cantidad de connotaciones que posee el relato convierten a la película en algo que difícilmente se borre de la memoria del espectador. Lo mismo que ocurre con los cuentos de hadas en la infancia. Pero la diferencia es que el terrible impacto de A.I. se produce en los espectadores adultos. Aunque Spielberg sea un fanático declarado de Pinocho, de Walt Disney, su película está mucho más cerca del libro de CarIo Collodi. Allí, el costado siniestro ocupa un primer plano y no hay respiro para el despliegue de historias temibles y momentos de espanto. No por nada David se obsesiona al escuchar el cuento (y no ve ninguna película). En realidad, no parece existir el cine en ese mundo del futuro. A partir del relato del muñeco que quiere ser niño, David desea serIo también. Pero con una única finalidad: conseguir el amor de su madre. El amor que le programaron (aquí aparece la idea del amor como un capricho) y a partir del cual desarrollará una nueva forma de conducta que lo llevará primero a la soledad y luego a un camino que fusiona historias de viajes como Pinocho con El mago de Oz. Pero David es un robot y actúa en base a información. El bello gesto de saber cómo quiere el café su mamá es tan simple como emblemático. El observa con detenimiento cómo lo hace ella y luego lo memoriza. Un gesto de amor que no es otra cosa que memoria y concentración. David también aprende cosas terribles. Aprende a destruir y mutilar. La feria de la carne no solo representa la violencia del mundo exterior, también es el lugar donde David aprende algo que luego utilizará cuando, una vez más, encuentre una competencia para conseguir el amor de su madre. Porque AJ. no esquiva la descripción de una relación madre-hijo con connotaciones sexuales. Pero hay una idea mayor en el film y excede a la relación madre-hijo. Uno ama a una persona en la vida por encima de cualquier otra y la aspiración máxima es la de ser amado por esa persona. Los freudianos podrían escribir un libro sobre esta película. Cuando David descubre a su madre “escondida” en el baño, ella está leyendo un libro llamado Women’s Freud, seguramente para que los críticos no carguemos las tintas sobre algo que la película muestra con suficiente claridad.
Como ocurre con muchos films de Spielberg, la película se divide con gran claridad en una estructura clásica de tres partes. La primera es la de la vida familiar, posiblemente la visión sobre la familia moderna más dura que haya mostrado el cine americano de los últimos años. Hay que ver la mirada de Spielberg sobre la pareja, la maternidad y los hijos que esta película ofrece. La segunda parte es el viaje de David buscando al Hada Azul. Allí lo acompaña Gigolo Joe (Jude Law), un gigoló meca que les debe mucho a todos los bailarines de la historia del cine y que actúa como compañero de aventuras. No nos olvidemos del osito Teddy: un consejero con voz de viejo borracho cuya inquietante fidelidad atraviesa toda la historia. El final de esa segunda parte es una muestra definitiva de la maestría de Spielberg y hace que hasta el más escéptico se rinda ante la evidencia de su talento. La tercera es la más importante por ser la que cierra todas las ideas del film. Allí la película supera todo lo imaginable, y si hasta ese momento el riesgo era alto, ahí se vuelve demencial. Y mientras que la película parece prometer felicidad, buenos sentimientos y ñoñez, sus ideas sobre la vida se terminan de perfilar como oscuras, amargas y de una tristeza infinita. La proporción de 2.000 años de soñar la felicidad para obtenerIa solo por un día es desoladora. Pero al mismo tiempo tiene su lado emocionante. El último plano, que remite a los solitarios cuadros de Edward Hopper, es la imagen misma de la tristeza. Técnicamente hablando, no hay humanos en escena. La película termina pero se queda en la memoria. Muchas otras lecturas serían posibles, A.I. tiene varias capas y todas ellas son interesantes. Pocos imaginaron que de la mano de Steven Spielberg llegaría la película más arriesgada, loca, lanzada y atrevida del año. Pero está pasando. Inteligencia artificial es real, tan real que va a seguir siendo una gran película cuando Spielberg, ustedes y yo ya no formemos parte de este planeta.
(Esta nota es una actualización de la misma nota que el autor publicó en la revista El Amante en el año 2001)