CUENTA CONMIGO
Es posible que el azar sea el elemento inicial que provoca los cruces entre las personas, construyendo de esa forma el tablero del juego cotidiano. Pero no es mucho más que eso lo que aporta, ya que lo que le sigue no es más que una suma de decisiones conscientes, algunas incluso definitivas, que con mayor o menor urgencia, con mayor o menor amplitud, se presentan frente a nosotros cada día. Algunas son tan pequeñas que ni las recordamos al día siguiente, otras son tan grandes que dividen nuestras vidas en un antes y un después. Todas sumadas conforman el retrato de quienes somos. Las decisiones muchas veces parecen producirse en un instante, pero eso apenas suele ser una sensación, ya que desde mucho tiempo atrás se viene forjando en nosotros la moral y la ética con la que finalmente decidimos aquello que decidimos y la forma en la que lo hacemos. Esto incluye también a los sentimientos. De todo lo que se suele decir acerca del amor no es común que se destaque una característica fundamental: la elección. Amar y dejarse amar, cuidar y elegir a quien nos puede y nos quiere cuidar son también elecciones concientes que se renuevan a diario. Elegir cuidar, elegir entregarse son decisiones más humanas y trascendentes cuando atraviesan el tiempo y la distancia, cuando exceden el mero arrebato, el capricho o el simple compromiso de los papeles. La película Desapareció una noche parece un drama policial o un policial dramático, sin embargo, es fundamentalmente una mirada sobre estos temas, sobre las cosas que unen a las personas y sobre las decisiones nada casuales ni azarosas por las cuales éstas se definen. También es un film sobre las formas del amor, sobre cómo a veces éstas no se descubren como tales al enfrentarse con la ética y la moral de las personas. La película construye un entramado tan fino y complejo, que cada escena no es más que una pincelada sobre alguno de estos temas o dilemas, de esas situaciones que se graban a fuego en nuestros corazones.
La historia parece sencilla y hasta obvia. Una niña desaparece. Su madre, una adicta a las drogas, es un personaje poco confiable, pero sus tíos, moralistas y responsables, preocupados por el destino de su sobrina, deciden buscar más ayuda que la que parece brindar la policía. Para eso contactan a Patrick Kenzie (Casey Affleck), quien junto a su pareja Angie Gennaro (Michelle Monaghan), se dedica a encontrar morosos que intentan fugarse. Así, ellos comenzarán, por pertenecer al mismo barrio y por poder llegar a quienes no confían en la policía, una investigación que ayudará a la pesquisa oficial, pero por otros rumbos. En un principio reciben la ayudan de dos policías de civil, luego les dará una mano extraoficial el oficial a cargo (Morgan Freeman), un policía estrella que hasta ese momento se había lucido por resolver una gran cantidad de casos con características similares. Cada minuto cuenta y las esperanzas de encontrar viva a la niña desaparecida se desvanecen, al tiempo que se sospecha el peor de los finales. A medida que la historia policial avanza se vuelve menos importante como tal, y comienza a desplegarse un mirada atenta de un director que sabe lo que realmente quiere contar y nos permite descubrir junto con el protagonista no sólo las pistas del caso, sino también quién es él mismo y quiénes son las personas que lo rodean. Patrick aprende las contradicciones de cada decisión, los verdaderos dilemas, y en ese proceso de aprendizaje el espectador logra, mediante un clasicismo absoluto aportado por el realizador, explorar al mismo tiempo los mismos temas. Los actores, en especial Casey Affleck, en una actuación que demuestra cuán importante es que un director sepa dirigir aun actor en este caso, su propio hermano-, acompañan esta misma sobriedad estilística.
Lo que está bien, lo que está mal, lo que corresponde, lo que es justo, lo que es legal, todo parece entrar en debate en esta película, pero sin estridencias ni largos monólogos, sino simplemente con inteligencia. Potente desde lo emocional y sobria desde lo visual, Desapareció una noche es una historia que conmueve hasta las lágrimas en cada momento. Más aun cuando no sólo habla de las cosas que decidimos, sino también de las responsabilidades que estas decisiones nos crean a partir de ese momento, y del silencioso y noble heroísmo cotidiano de asumir esas responsabilidades. De esto también están construidas las personas. De los sacrificios que hacen cuando deciden algo, y de los sacrificios que vuelven a hacer al momento de renovar el compromiso y la lealtad con las personas a quienes han elegido proteger, por los caminos que han decidido transitar.