UN PEQUEÑO APORTE A LA GENEALOGÍA MAFIOSA
Como todo género y/o subgénero troquelado en el período clásico, el cine de gangsters (derivado del policial) estableció una relación particular y distintiva con la sociedad norteamericana. Si bien cada autor le imprimía a sus películas una mirada propia e intransferible, cada género en sí ofrecía un campo de acción determinado que permitía que ciertas cuestiones fueran más naturales a su forma que otras. Así, los films que se ocuparon de historias centradas en el crimen organizado apuntaron la mira hacia un foco por demás polémico: el poder. Claro que como todo lo que se desarrolló en Hollywood durante su período clásico, se trató de un proceder complejo, imposible de reducir a una sola postura. Pero en líneas generales podría decirse que el cine de gangsters describió la decadencia de una mentalidad materialista y corrupta, cómodamente establecida en el poder, y que, en los bordes de su dominio, generó sus propios enemigos naturales: las organizaciones gangsteriles y mafiosas. Organizaciones siempre comandadas por hombres cuya voluntad de poder llevó a que esas estructuras se trasformaran en las formas más violentas, despiadadas y eficaces de enfrentar aquella mentalidad decadente que ostentaba el poder establecido. De esto resulta la cantidad de héroes y antihéroes salidos del mundo del hampa. Polémica posición la del cine, ya que eligió contar con algunas excepciones, claro estas historias desde el punto de vista del hampa. Dentro de un mundo oscuro, violento e injusto, el cine, si no justificó, al menos sí entendió que el crimen organizado era una forma que buscaba oponerse al poder establecido. Todo esto, claro, hay que entenderlo de forma simbólica y no literal, dentro de una construcción ficcional.
Esta postura fue llevada al extremo por Coppola en sus Padrino(s), haciendo un resumen, pasando en limpio toda la historia de este tipo de películas, pero además, y sobre todo, Maquiavelo mediante, cerrando el tema al plantear la posibilidad de un Imperio paralelo y una forma de poder distinta (la complejidad moral y política de la saga, el horror/fascinación que produce es otra muestra de la imposibilidad de reducir las grandes obras). Podría decirse que todo lo que vino después, incluso grandes películas, como las de Scorsese o De Palma, son anotaciones al margen, o notas al pie. Entonces, Gángster americano, el nuevo film de Ridley Scott, es eso: un nuevo comentario, un pequeño apéndice que intenta aportar su particularidad: la historia de un gángster negro. Y en este punto hay que decir que el aporte no es más que ése, el argumental, el hecho de contar una historia de mafiosos que incluye a la comunidad negra, porque por fuera de ello no hay mucho más. Scott, un director capaz de llevar adelante cualquier tipo de proyecto mainstream siempre con la misma mediocridad, lejos está de ser un artista con un estilo propio y con un universo particular. Por eso su Gángster Americano no ofrece nada nuevo, ninguna segunda lectura. Sin duda se trata de su mejor película en años, la más fluida, la mejor construida, la más eficaz. Con inteligencia, junto al guionista Steven Zaillian, crearon una historia que se apoya en la firmeza de la genealogía de films sobre la Mafia, y eso les aseguró una película entretenida y que dentro de los parámetros industriales de hoy día se destaca, y hasta puede alcanzar prestigio (Globos de oro, Oscars).
Pero lejos está de ser un gran film (tan lejos como está su protagonista de ser un Corleone), porque para ello hace falta algo más: la mano de un artista capaz de dotar a la película de implicancias mayores que excedan lo argumental a partir de la puesta en escena. Scott esta vez filma bien (sobre todo las secuencias violentas), pero las imágenes de Gángster Americano carecen de fondo.
Lo más interesante radica tal vez en la personalidad del detective Richie Roberts (Russell Crowe), encargado de investigar al mafioso Frank Lukas (el siempre sobreactuado Denzel Washington). A su manera es también un fuera de la ley, porque su profesionalismo y su ética lo alejan de la fuerza a la que pertenece y representa. Que en el final de alguna manera ambos terminen en el mismo bando es otra muestra de que el cine norteamericano (clásico o descendiente de éste, como en este caso) no formó, ni forma parte de la mentalidad yanqui dominante.