LA CANCIÓN SIGUE SIENDO LA MISMA
El cine israelí suele llegar a la Argentina en raras ocasiones: para los festivales, en su gran mayoría, o a través de algún estreno aislado. El director israelí más prolífico y respetado de los que se conocen aquí es, sin dudas, Amos Gitai, realizador de películas como Kadosh, Promise Land y Free Zone. En cuanto a los estrenos comerciales, recientemente hemos tenido oportunidad de ver Caminando sobre el agua y La novia Siria. La visita de la banda (2007) es la película israelí más exitosa y premiada del año pasado, obtuvo incluso la posibilidad de ser enviada a competir por el Oscar a Mejor película extranjera. Premio del que, irónicamente, quedó fuera debido a que los protagonistas del films (egipcios e israelíes) hablan la mayor parte del tiempo en inglés para poder entenderse. En ese sentido, cabe recodar que el Oscar al que la película aspiraba se llama originalmente “Foreing Language Film”. La visita de la banda cuenta la historia de una orquesta policial egipcia que por error recala en un pequeño pueblo israelí. Con tono de comedia, aunque sin buscar todo el tiempo la risa, La visita de la banda juega a la comedia sobria, al costumbrismo asordinado y al comentario político sin subrayado. Y es precisamente en el tono del film en donde está todo su encanto, muy bien acompañado por una puesta en escena que remite, desde cada plano, a la sensación de extrañeza en la que viven los personajes. Un casting perfecto le aporta al film una particular simpatía, sin caer por ello en el pintoresquismo ni en la demagogia. En sus breves 85 minutos de duración, La visita de la banda logra darle a esta historia de personajes solitarios un trasfondo político muy poderoso, sin caer ni por un instante en el discurso político. Es sencillo, a veces, decir que las personas se parecen más allá de sus banderas, sus religiones o sus profesiones. Sin embargo, alcanzar a probarlo con imágenes cinematográficas es bien distinto. Escenas inolvidables, como la de la pista de patinaje o las confesiones entre el líder de la banda y la dueña del restaurante, trascienden la anécdota intencionalmente pequeña del film y se erigen en los elementos claves de un film agradable y cálido. Al mismo tiempo que le aportan un profundo humanismo y una conciencia política que lo vuelven de visión imprescindible para cualquier país en cualquier momento de la Historia.