LOS ÚLTIMOS CRISTIANOS
“El que no es un idealista, es una cadáver viviente” Padre Carlos Mugica
Estomba y Pampa, pleno Belgrano. 4 de julio de 1976. Cinco cadáveres en la iglesia de San Patricio. Son los cuerpos sin vida de Salvador Barbeito, Alfredo Kelly, Alfredo Leaden, Emilio Barletti y Pedro Duffau, todos miembros de la comunidad católica palotina. Nunca se hallaron a los culpables del hecho, aunque sí se supo desde el mismo momento de la masacre que pertenecían a un grupo de tareas de la dictadura militar. El hecho es en sí mismo tan fuerte y tan significativo que no caben dudas de que se trata de un tema por demás interesante para un film, documental o no. Esto se debe, en gran parte, a la gran cantidad de temas que rodean el hecho, y que por suerte los directores del film han sabido encontrar y aprovechar para su tratamiento. Pues no sólo se trata de uno de los tantos crímenes impunes perpetrados durante la última dictadura militar, sino que además sucedió en un barrio muy particular, en donde los conceptos cristianos están más en la superficie que en la esencia de los mismos. Y porque era una dictadura de fuertes conexiones con la iglesia católica la responsable de la masacre. Uno de los miembros de la comunidad palotina, Kevin O´Neill, amigo y compañero de los cinco asesinados, es quien sostiene con absoluta entereza, a pesar de su edad ya muy avanzada, la necesidad de no olvidar estos hechos. Sabemos que él fue quien inició la recuperación de la memoria, un dato que sobre el final de la película se termina de confirmar. Un periodista, Eduardo Kimel, es el que organiza la investigación que ya había comenzado a hacer O´Neill, aunque la realiza de forma periodística. La película consigue llevar el tema al centro de la contradicción cristiana que explotó en aquel momento y alcanzó su cenit en aquella nefasta madrugada. El espíritu cristiano de ayudar al pobre e indefenso, solidarizarse con los que menos tienen, versus el poder de la iglesia en complicidad con los genocidas. Por eso, La masacre de San Patricio es un hecho oscuro, pero emblemático, acerca del compromiso, no sólo cristiano sino de los seres humanos en general. La película utiliza todos los recursos cinematográficos posibles para que la narración no se vea nunca detenida por limitaciones estéticas. Conciente de la importancia metafórica que posee el tema, elige hacer una narración puntillosa, haciendo gala de un brillante material de archivo y una información que organiza en forma clara y con una fuerte carga de emotividad. Las víctimas de la masacre se erigen como héroes, pero los sobrevivientes también. Alejada de cualquier resentimiento o mesianismo, la película prefiere apostar a la enseñanza que los asesinados pretendían compartir con la comunidad. El hecho de que se haya realizado tanto tiempo después de ocurrida la masacre le otorga un valor extra, pues apuesta a mostrar no sólo el camino que hicieron los que decidieron luego alejarse de la iglesia, sino también el de aquellos que optaron por quedarse, incluido ese silencioso héroe que fue Kevin O´Neill, a quien al comienzo del film vemos sentado en la iglesia como cansado, aunque en realidad está en paz, sabiendo que su tarea ha sido completada.