EL OJO QUE HABLA
“La vista y el oído eran los únicos dos sentidos que animaban aún, como dos llamas, aquella masa humana, que casi pertenecía a la tumba; mas de estos dos sentidos uno solo podía revelar la vida interior que animaba a la estatua, y a la vista, que relevaba esta vida interior se asemejaba a una de esas luces lejanas que durante la noche muestran al viajero perdido en un desierto que aún hay un ser viviente que vela en aquel silencio y aquella oscuridad”. Alexandre Dumas, El conde de Montecristo.
La escafandra y la mariposa consigue brillar en un género que ha brindado más calamidades que buenas películas a lo largo de los años. En una de esas excepciones que confirma la regla (la anterior tal vez haya sido Un milagro para Lorenzo), el film de Julian Schnabel esquiva ese origen en común con un telefilm barato o un bodrio de importancia prefabricada. La escafandra y la mariposa va muchísimo más allá, y logra así alcanzar una complejidad construida en base a diversas capas de significación. La historia está basada en hechos reales -elemento de prestigio para quienes aun dudan del cine como un espacio de ficción- y en un libro autobiográfico escrito por Jean-Dominique Bauby. El autor, personaje protagónico de la historia, sufrió en el año 1995 una embolia masiva que lo dejó en coma. Veinte días más tarde, al volver en sí, se enteró de que sufría de “síndrome de cautiverio”, una rara condición que lo dejó físicamente paralizado, pero mentalmente lúcido, y con un único medio para comunicarse con el exterior, el parpadeo de su ojo izquierdo, el único que podía usar. Bauby, de 43 años, era en ese momento editor de la revista Elle en Francia, y tenía un contrato firmado para escribir un libro. Su proyecto era realizar una versión femenina de El conde de Montecristo, ambientada en la época actual. Todos estos datos, irrelevantes y desaprovechables para cualquier director mediocre, son los primeros indicios que anuncian que Julian Schnabel está a punto de entregarnos una película con varias capas, una sofisticada combinación de entretenimiento, profundidad, belleza y emoción.
Una curiosidad de La escafandra y la mariposa es su origen de coproducción entre Estados Unidos y Francia. El guión en inglés, escrito por un veterano guionista norteamericano, llegó a manos del director Julián Schnabel -también norteamericano-, quien decidió que el film debía ser hablado en francés para respetar la historia original. La productora del film, Kathleen Kennedy, es famosa por haber sido productora de la mayoría de los films de Steven Spielberg, incluído Munich (donde trabajaban los protagonistas de este film: Mathieu Amalric y Maria-Josée Croze). Tal vez fue también Kennedy quien facilitó la presencia en el film del director de fotografía Janusz Kaminski, fotógrafo de los films de Spielberg desde hace veinte años. Esta aclaración acerca de la colaboración norteamericana en el film no es para llevar agua para el molino de Hollywood, sino para invitar a dejar a un lado los prejuicios que nos llevan a veces a etiquetar los films. Schnabel, exitoso artista plástico, es un enamorado del arte y de los artistas, sus tres films, incluido éste, son biografías de artistas. Tanto en Basquiat (1996) como en Antes de que anochezca (2001), biografía del escritor Reynaldo Arenas, muestra una particular sensibilidad para evitar los lugares comunes del género -hoy nuevamente de moda- y un genuino interés por explorar la condición humana a partir de las vidad de los artistas.