Lennons es mala pero original. Si tuviera que decir si es más mala que original o más original que mala, yo me arriesgaría a decir que es casi un empate, pero igual eso la convierte en una película por encima de docenas de películas argentinas irrelevantes, pretenciosas y finalmente malas que se estrenan todos los años desde hace demasiado tiempo. Es el tercer largometraje dirigido por José María Cicala que veo y en los tres se repite esta originalidad que no termina por dar el resultado que tanto esfuerzo merece. La sombra del gato (2021) protagonizada por Danny Trejo y Maite Lanata y Sola (2021) protagonizada por Araceli González, coincidían con Lennons en ser muy personales en algunos aspectos y demasiado fallidas en otros. Tres películas que no se parecen y al mismo tiempo delatan una intención creativa muy marcada. Lennons (2023) es una comedia y con eso tiene al menos un punto por encima de las otras dos películas.
Canelón (Gastón Pauls), un excéntrico buscavidas que representa a imitadores de artistas sin decir que son imitadores, convence a un importante productor discográfico Jacobo Cohen (Luis Machín), de financiar un show de John Lennon en Argentina en el año 1980. Canelón le dice a Cohen que es íntimo amigo de John, pero en realidad su plan surge por haber encontrado al doble perfecto del ex integrante de The Beatles. Dicho sosías es en realidad Norberto (Javier Parisi) el dueño de una tintorería que tiene junto a su esposa boliviana, Azami (Griselda Sánchez). Lennon- tintorería-esposa, es tan delirante la búsqueda que le pasa por encima a la corrección política, lo que por supuesto es excelente.
Norberto, que es una buena persona, se niega a ser parte del engaño, pero Canelón, que es muy persuasivo, lo convence diciéndole que lo harán por el bien del orfanato donde ambos fueron criados. Hay un conductor de televisión fanático de Lennon, Vanucchi (Luciano Cáceres), que desconfía de todo el plan y finalmente busca exponer la verdad detrás de la visita de Lennon a la Argentina. Esa es toda la historia detrás de esta comedia absurda y atemporal a la que la fecha de 1980 apenas le importa por motivos fáciles de adivinar. Para el resto, todo vale y eso queda bien claro.
¿Por qué se llama Lennons? Por supuesto que porque hay dos Lennon en la trama, pero también porque el personaje principal, Canelón, pronuncia todos los nombres con una S al final. Este recurso delirante, que a la vez lo exime de ser un mentiroso porque nunca dice el nombre correcto, está distribuido por toda la película y se va volviendo cada vez más gracioso. En esas cosas Lennons suma sus mejores momentos y gana bastante simpatía. Pero no es lo único, también tiene una desenfadada e irresponsable manera de mezclar todo. También hay mujeres que hacen personajes masculinos y hombres que hacen personajes femeninos sin explicación ni importancia alguna. Entre tanta libertad basta un ejemplo entre muchos. Canelón se cruza en un callejón de la ciudad a un matrimonio y su hijo, todos vestido como a fines de la década del treinta e impide, sin proponérselo, que un asaltante termine matándolos. El niño se llama Bruce, en clara referencia al momento en el cual los padres de Batman fueron asesinados. ¿Qué tendrá que ver esto con la trama? Nada, pero nos dice que todo es posible.
El delirio tiene buenos momentos y también otros muy berretas. Con el triple de presupuesto es posible que la película se hubiera vuelto más impactante, pero para eso también se necesitaría un guión más sólido. Acá las referencias, homenajes y un poquito de robo a The Blues Brothers (1980) son demasiado evidentes, lo que no enoja, porque se trata de una obra cumbre de la comedia. Pero no esperen un musical, porque las canciones son cualquier cosa excepto las verdaderas de John Lennon. Un par de cameos confirman el estilo de la película de John Landis.
En cuanto al elenco se podría decir que la mitad falla y la mitad acierta. Luis Machín tiene gracia nula para la comedia y Maite Lanata parece salida de un acto de colegio, ambos están mal. Pero Javier Parisi, que es un experto imitador de John Lennon en la vida real, está bien, lo mismo que Griselda Sánchez en un rol de Yoko Ono boliviana delirante. Parisi podría haber cantado las canciones de Lennon, pero la idea del personaje es que no sabe cantar y eso genera el suspenso de la trama. La sorpresa final la da Gastón Pauls, que luego de muchos años de tener que sufrirlo en actuaciones malas, acá recupera su don para la comedia que tan bien le funcionó en Todos contra Juan. Canelón es patético, desprolijo, pero apasionado de su locura y sus proyectos. Un chanta que nunca sabemos si es un genio o un idiota. El personaje es gracioso y, nobleza obliga, puro mérito del actor. En un elenco tan desparejo, los que funcionan son porque han entendido el tono de lo que se está haciendo.
Lennons tiene sorpresas y mil detalles a tener en cuenta. Su universo es personal y su tono es único. Pero se da tantas veces contra escenas más resueltas y momentos torpes que cuesta evaluarla de forma positiva. Por tercera vez, el cine de José María Cicala adolece de los mismos defectos pero mejora sus virtudes. Una cuarta película será bienvenida, pero con la esperanza de que esté por encima de esta trilogía inicial de su filmografía.