Reptiles juega un juego que le sale bastante bien: hacer las cosas con la suficiente seriedad y oficio como para que al final de la trama, no importa que tan irrelevante haya sido todo lo que narra, el espectador tenga la sensación de que vio una película importante. Bueno, para que el juego salga realmente bien, nadie debería poder notar de que se trata. Basta un segundo de desconfianza para entender que la película no consigue volverse realmente interesante. Una larga promesa sin final. Will Grady (Justin Timberlake) es un agente inmobiliario de Maine que vive con su novia y colega Summer (Matilda Anna Ingrid Lutz). Ambos no están en los mejores términos. Una noche, al llegar a una de las casas que están mostrando para vender, la encuentra muerta y llena de sangre, producto de las decenas de puñaladas que ha recibido. Ese es el crimen, pero el protagonista será el investigador, Tom Nichols (Del Toro), un agente de la policía que hace poco vive en el lugar y trabaja en Scarborough, Maine. Nichols ha dejado atrás un pasado complicado en Filadelfia, en donde se vio afectado por un escándalo de corrupción. Él oscuro policía está casado con una agradable e inteligente mujer llamada Judy (Alicia Silverstone) y en su trabajo tiene una buena relación con el resto de los policías, hasta que el crimen empieza a mover cosas inesperadas y todo se vuelve turbio y peligroso. ¿Habrá en el asesinato algo que afecte más que al asesino? Todos podrían ser culpables, aunque la película no ponga el énfasis en esto. Benicio Del Toro, también productor, nació para estos roles. Justin Timberlake, por otro lado, no siempre sale bien parado de estos desafíos, como ocurre en este caso. Ahora bien, la idea de ver a Alicia Silverstone en cualquier película justifica que exista. La luz de esta actriz ilumina cualquier historia. Acá está fantástica y esperemos que aparezca en otro largometraje de más calidad en el futuro. El resto, solemne pero sin profundidad.