TALENTO INÚTIL
Robert Rodríguez y Quentin Tarantino son amigos. Dato irrelevante si no fuera porque su amistad se ve reflejada en pantalla en muchas ocasiones. En el año 2007, esta amistad, sumada a una identificación estética mutua, los llevó a realizar un film con el título de Grindhouse. La película, de 191 minutos de duración, incluía dos largometrajes: Planet Terror, dirigido por Robert Rodríguez y Death Proof, dirigido por Quentin Tarantino. Más cuatro falsos trailers de films inexistentes que fueron dirigidos por Robert Rodriguez (“Machete”), Eli Roth (“Thanksgiving”), Edgar Wright (“Don’t”), Rob Zombie (“Werewolf Women of the S.S.”). Ya es motivo de preocupación que hasta el falso trailer de la película “Machete” se agota al minuto de comenzado. Como caso opuesto es bueno ver el comienzo de Una guerra de película y se tendrá un perfecto ejemplo de intertexualidad y parodia bien realizado, en donde los tres trailers falsos, además de divertidos, sirven a la trama. Volviendo al proyecto original, el título del film original se refiere a una clase de cine, el Grindhouse, que se dedicaba siempre a los films exploitation, algo que también pasó en Argentina, donde algunas salas, incluso las de la calle Lavalle, se especializaban exclusivamente la clase de películas que aquí los realizadores -se supone- intentan homenajear. Algo parecido ya habían hecho con Del crepúsculo al amanecer, pero aquí arman un “doble programa” y se esfuerzan particularmente por lograr films iguales a los exploitations de la década del 70. Al lector le pueden surgir ahora dos preguntas: la primera es: ¿Qué es un exploitation film? y la segunda: ¿Por qué si la película Grindhouse duraba 191 minutos ahora lo que se estrena se llama directamente Planet Terror y dura 105 minutos?
El cine de explotación: Exploitation movies
El exploitation es una forma de cine cuyo esplendor se desarrolló en las décadas del 60, 70 y 80, y que a pesar de los variados subgéneros se los podía identificar por varias características en común. En primer lugar, y como su nombre lo indica, siempre se trataba de films de explotación comercial no disimulada y cuyo bajo presupuesto solía ir en detrimento de la calidad técnica y muchas veces artística del film. A veces a estos films se llama Trash o también Clase Z, en los ’90, con el dominio del VHS, en nuestro país se los denominó cine bizarro. De todas formas, estas denominaciones -en particular la de cine bizarro, que es horrible- no sólo son incompletas e inexactas, también profundizan el desprecio por esta clase de cine. El cine exploitation dejó las salas de cine cuando apareció el VHS y se convirtieron rápidamente en los “directo a video” que asolaron los videoclubes durante la década siguiente. Que este cine tuviera mayor vitalidad en los ’60 y los ’70 se debió a que hubo mayor libertad para mostrar y tratar temas que hasta ese momento habían sido tabú. Por eso los exploitation suelen girar en torno al uso efectista del sexo y la violencia por encima de cualquier otra cosa. Así las películas eróticas y las películas gore son ejemplos en ese período de esta clase de cine. De todas maneras, el exploitation incluye los films de zombies, cárceles de mujeres, blackexploitation, nunexploitation, naziexploitation, carexploitation, etc
También los son la mayoría de los spaghetti western y de los films de artes marciales más básicos. Planet Terror mezcla varias de todas estas variables, porque en su condición de film autoconciente elabora su discurso a partir de un género ya estudiado y categorizado. Como lo indicaba el título original, Grindhouse, la exhibición de estos films era restringida y hasta marginal, pero a la vez generó un culto que las hizo, sumado a su bajo presupuesto, medianamente rentables. ¿Pero es todo este cine malo o tan malo como parece? La realidad es que hay variables muy interesantes. Porque como su antecesor más noble, el Clase B del cine clásico, el bajo presupuesto daba libertad, por lo cual muchos cineastas han elaborado un discurso más complejo en el exploitation que el que otros cineastas hicieron en el cine de autor o industrial. George A. Romero y John Carpenter reúnen muchas de las características del exploitation, pero sin que esto signifique que hacen películas mediocres, sino todo lo contrario. Tanto Romero como Carpenter son homenajeados con sendas citas puntuales y en el espíritu de algunos de sus films aquí en Planet Terror.
Entre las dos películas no hicieron una
En Estados Unidos Grindhouse se estrenó como un film de poco más de tres horas, con las mencionadas películas breves y los cuatro trailers. Fuera de los países de habla inglesa, la película, irónicamente, se dividió en dos y se la estrenó por separado. Es más que irónico que el homenaje al exploitation haya sido víctima de otra “explotación” comercial canallesca que quiso sacar partido por dos. En eso Rodríguez y Tarantino llevaron su homenaje al extremo. Las versiones separadas, sin embargo, son un poco más largas que las del film completo, para disimular un poco el robo que significó separarlas. Primero entonces se estrena Planet Terror y, para quien tenga mucho tiempo libre, luego se estrena también Death Proof. La película de Robert Rodríguez busca, desde el color, los encuadres, el montaje y demás recursos, emular la estética de estos films de los setenta, incluyendo un mal copiado de la película tal cual ocurría cuando estos films se veían en cine. Este esfuerzo desmedido, no del todo riguroso, pero sí esforzado, encierra una paradoja que es lo que anula casi del todo las intenciones artísticas del film. Que un director con talento se rebaje a imitar un cine malo sin darle una vuelta de tuerca es por lo menos lamentable. Recordemos que cuando Tim Burton hizo Ed Wood, la biografía del llamado peor director de cine del mundo, realizó una de sus más grandes obras maestras. Como se ve, se puede homenajear al cine malo -porque en el fondo se entiende su sensibilidad marginal- pero no imitarlo al milímetro sin que se exprese alguna idea más del mundo. Por eso Tim Burton es uno de los cineastas claves del cine actual mientras Robert Rodríguez pierde el tiempo jugando -y gastando mucho dinero- en hacer estas cosas. Una pena, porque Rodríguez no es un mal director. Acá realiza un film de zombies, género que desde hace décadas ha demostrado ser, George A. Romero mediante, un espacio de crítica social y entretenimiento cinematográfico notable, pero que Rodríguez no puede explorar más allá de los golpes de efecto. Sexo y violencia están a la orden del día en la película y podría sin duda ser un exploitation verdadero sino fuera, además de su autoconciencia, una película que lleva su propuesta sólo hasta la mitad del camino. Por un lado es un criterio discutible elegir que la película no transcurra en la época donde reinaba esa estética. Vemos una película intencionalmente gastada, incluso rota, con problemas de imagen, pero que transcurre en la época actual. Las heroínas del film, Cherry (Rose McGowan) y Dakota (Marley Shelton) son las clásicas mujeres del exploitation, que en una época se consideró que eran objetos sexuales dentro de un cine profundamente sexista, pero con los años no fueron pocos los que evaluaron que eran unas herederas exploitation de las mujeres hawksianas. Es curioso, de todas maneras, que siendo un film de esta clase, la sexualidad esté insinuada pero finalmente no sea mostrada. Delata su condición de film norteamericano actual, ese costado reprimido y adolescente de prometer pero finalmente esconder la sexualidad. Aun así, en Planet Terror, Rose McGowan cumple con su rol de heroína sexy y poderosa, y más allá de cómo la vea cada espectador, ella es una de las razones por las cuales la película no se hunde del todo. Algunos chistes son buenos, algunas situaciones funcionan y hay osadías modernas como quitarle al film “un rollo” completo, como pasaba en las salas berretas cuando la copia estaba muy deteriorada. Lamentablemente la estética mala termina siendo simplemente mala, desperdiciando las posibilidades transgresoras del film y todo el talento de Rodríguez, McGowan y un potencialmente brillante elenco se deshace entre irónicos diálogos malos y situaciones sin interés. El concepto del cine que esconde Grindhouse (la mitad de Tarantino completa el cuadro) es de un cinismo tan profundo que es difícil identificarse con esta película. El motivo es muy sencillo: no tiene nada para decir. No posee una mirada del mundo, ni cree tampoco que valga la pena tenerla.