JAULA DORADA
“No se puede ser moderadamente libre. Se lo es o no se lo es”
Georgiana
La duquesa cuenta la historia Georgiana, la duquesa de Devonshire, una aristócrata que en el siglo XVIII fue adorada por el pueblo y vivió una compleja y escandalosa vida privada, que esta película dirigida por Saul Dibb retrata con interés. La historia de esta joven rica, casada con el poderoso Duque de Devonshire (una de las figuras más importantes de su época), es la historia de una mujer bella y brillante que teniéndolo todo a sus pies no fue sin embargo capaz de hallar la felicidad personal en lo que al amor se refiere. Víctima de una época, pero habitante de una clase privilegiada, su destino de infelicidad no fue ni por asomo peor que el de los cientos de miles de mujeres que en esa época compartían las desgracias de una sociedad patriarcal pero no las comodidades de la aristocracia. Pasando por alto el hecho de que se trata de la historia de una mujer rica que tiene tristeza, la historia es en sí misma un cuento de hadas adverso, un retrato irónico de cómo las convenciones sociales son capaces de arrasar con las felicidad de las personas. Sutil entramado el que hace el film para mostrar sin idealizaciones ni maniqueísmos cómo las personas tienen que tomar decisiones terribles y jugar juegos de poder que -aun dentro de la pareja- los dejan siempre a mitad de camino de todo aquello que pudieron o quisieron ser. En esta amarga mirada es en donde La duquesa consigue sus mejores logros, y en un elenco igualmente sutil y profesional es que esos logros permanecen a lo largo del metraje, llegando a producir en el espectador un nudo en la garganta, para que Georgiana deje de ser una aristócrata y se convierta en una persona tan imperfecta y vulnerable como cualquier otra.