Las historias de fantasmas son más viejas que el cine. Más viejas que la literatura, tan antiguas como el ser humano. La idea ha obsesionado a todas las culturas en todas las épocas. La cultura ha hecho uso y abuso de los fantasmas como elemento central de sus historias y no importa cuántas veces veamos fantasmas en el cine, siempre hay una manera de sorprenderse y encontrar algo nuevo. Ese es el caso de A Ghost Story (2017) escrita y dirigida por David Lowery, cuyo título es clarísimo y a la vez ambiguo. En una historia de fantasmas en el sentido del género, sino que es la historia de un fantasma en particular. Como empieza y termina su existencia como tal.
Una pareja (Casey Affleck, Rooney Mara) se muda a una casa suburbana en Dallas, Texas. Él es músico y pasa tiempo componiendo. Una noche escuchan un sonido raro, como si algo hubiera caído sobre el piano que venía con la casa. Al día siguiente el muere en un accidente de auto y ella identifica el cadáver. Pero luego eso él se levanta de la camilla, aun con la sábana encima, y camina como la imagen más simple de un fantasma que todos tenemos. Una ventana de luz se abre frente a él, sin embargo sigue su camino y vuelve a su casa para estar con su mujer, que no puede verlo ni sentirlo. En silencio observa el paso del tiempo.
Es espectador del duelo de su mujer, la forma en la que la vida sigue y, en saltos temporales cada vez más sorpresivos, el devenir de los eventos en ese espacio que supo ser su hogar. En esa confusión mayormente pasiva solo una cosa lo obsesiona: su mujer tenía la costumbre de dejar papeles con algo escrito escondidos en algún lugar de su casa cada vez que se mudaba. Lo mismo hizo en la casa en la que él está, pero por más que se esfuerza no logra sacar el papel de una rendija en la pared.
Claramente A Ghost Story no es un film de terror. Contiene, sin embargo, todas las ideas sobre los fantasmas que conocemos, más allá de las particularidades de la historia. Él quedó fijado en un lugar, las cosas pasan y él sigue en ese espacio, más allá de la lógica del tiempo. Es posible, no lo sabemos al comenzar la historia como fantasma, que debe cumplir algo antes de irse al más allá. Sí queda claro que pudo haberlo hecho y eligió no hacerlo. En eso la película es puro misterio. Pero lo que se impone finalmente es esa melancolía absoluta de las historias de fantasmas. Ese concepto de quedarse en un lugar, con una idea, en un instante que puede repetirse una y otra vez. El mundo sigue, el fantasma no termina de asumirlo.
Lo que sí tal vez asuste un poco es la historia que cuenta uno de los habitantes de la casa más adelante. O más bien su mirada del mundo. Luchamos por dejar un legado pero absolutamente todo lo que hagamos desaparecerá por completo y no quedará ningún registro o legado de nuestra existencia. Es una lucha inútil y está perdida. El fantasma y el espectador son testigos de este discurso, el único dentro de un film que casi no tiene diálogos. La película, llena de misterio, se toma su tiempo para mostrar estas ideas y al mismo tiempo complementarlas. Qué todo sea inútil no significa que nada tenga sentido. El fantasma, como todos, busca entender ese sentido, desentrañar el misterio que, tal vez, esté encerrado en ese trozo de papel que escribió su mujer.
David Lowery arma este film original, cargado de tristeza, pero también con un personaje lleno de humanidad. Aunque el actor está tapado por una sábana casi todo el film, es el trabajo del guionista y realizador lo que nos hace identificarnos con su historia. La manera en que narra, el tiempo que se toma, lo métodos para estructurar un relato ambicioso y simple al mismo tiempo. Una rareza que se suma a un listado de excelentes historias de fantasmas que ha dado la historia del cine y que aún hoy pueden sorprendernos de esta manera.