Aunque no contaré acá el final de esta serie, aclaro ahora que si contaré cosas importantes de la trama, así que quienes no quieran saber esa información de antemano, pueden dejar de leer ahora hasta haber visto los ochos episodios de treinta minutos cada uno que conforman esta producción original de Netflix.
El conflicto que toma la serie es la de un alumno de secundaria acusado de realizar un acto vandálico en su escuela. Dylan Maxwell, el peor alumno y el más irrespetuoso, posee un historial de actos vandálicos y desafíos a los profesores. Por eso cuando los autos de todos los profesores aparecen vandalizados, él es el sospechoso más obvio. Peor aún, todos los autos tienen penes pintados con pintura en aerosol, ilustración fetiche que el propio Maxwell solía hacer en pizarrones, exámenes y paredes por todos lados. La decisión de expulsarlo no se hace esperar. Pero uno de sus compañeros, un alumno de la escuela interesado en los medios, Peter Maldonado, decide investigar y realizar un documental para averiguar la verdad del caso.
Netflix se ha acercado con éxito a los documentales sobre casos policiales polémicos, con énfasis en aquellos que podrían haber llevado a la cárcel a un falso culpable. Making a Murderer, The Keepers y, estrenada este mes, The Confession Tapes son ejemplos de eso, entre otros. American Vandal, sin embargo, pertenece al género del falso documental (traducción no literal y discutible de mockumentary). Quien lo vea desprevenido podrá tardar un rato en darse cuenta pero las evidencias van en aumento con el correr de los minutos y al reconocer a alguno de los actores todo se vuelve transparente.
Lo mejor que tiene esta serie es su capacidad doble de parodiar a esta clase de documentales de falso culpable y al mismo tiempo tener su propia intriga policial que es lo que mejor funciona en los primeros cuatro capítulos. También uno puede imaginar que para el mundo de un colegio secundario, un acto de vandalismo, la popularidad de los alumnos, las peleas con los profesores, todo eso tiene una importancia y una gravedad que ameritan la preocupación de todos los involucrados. Por eso la serie arranca con una gran potencia, con un humor ambiguo, no del todo claro, y en ese humor tenue es que el American Vandal encuentra un tono exacto, a dos aguas, para tomarse en serio la historia por momentos.
Pero los últimos cuatro capítulos el humor se fuerza un poco más y la ficción gana espacio olvidándose bastante del concepto estético de mockumentary. La serie pierde mucho, aunque no hay manera de abandonarla hasta averiguar cómo termina. Y si la intención era hacer una comedia, American Vandal no lo es del todo, pero yo creo que esto, intencional o no, es su máximo encanto.