Hace unos años un bodrio sensiblero, de esos que se hacen para la tribuna, llegó de Francia, donde había sido un gigantesco éxito de taquilla. Amigos intocables (Intouchables, 2015). Pero aunque gustó en otros países, en muchos de ellos no pudo igualar su triunfo local. Tal vez por eso, y a la moda actual, se hicieron versiones en otros países. La India con Oopiri (2016), Argentina con Inseparables (2016) y ahora Estados Unidos con Amigos por siempre (The Upside, 2017). Muchas veces se hacen remakes de grandes películas, de obras maestras, y todos discutimos y las comparamos y perdemos el tiempo en enojos y reclamos. Cuando la remake es buena, no pasa nada, cuando es mala, suele pasar al olvido. Pero más curiosa es esta costumbre de filmar una y otra vez una película pésima, un guión sensiblero, una catarata de lugares comunes y situaciones tan prefabricadas como obvias.
En favor de las remakes es que ninguna pudo ser peor que la original, hay un mérito ahí. La norteamericana, como era de esperarse, es la más profesional y tiene el mejor ritmo, pero con eso sólo no hacemos nada. Kevin Hart consigue buenos momentos de comedia en su rol de atorrante, y Bryan Cranston no se queda atrás en el sencillo y a la vez complicado rol de cuadripléjico, pero no hay mucho más para hacer. Incluso ambos actores, en una historia original, podrían haber sido mejor aprovechamos. También está Nicole Kidman, un lujo excesivo para una película irrelevante. Tantas películas que no vemos, tanto buen cine sin conocer, y ahora tenemos que ver tres veces las peores películas.