Amor, bodas y otros desastres es una comedia romántica coral, con varias historias de amor en la ciudad de Boston. Dichas historias, más tarde o más temprano, se van combinando para desembocar en un casamiento. Parejas de diferentes edades, condiciones sociales, fama y personalidad van creando en paralelo todos los gags y momentos emocionantes de la película. Algunos chistes son torpes, repetidos o fuera de timing, otros son más efectivos.
Realmente amor (2003), Año nuevo (2011) son dos ejemplos comparables aunque no del todo iguales a este largometraje, pero sirven para dar una idea de cómo se narran historias que, en cada caso, y debido a la condición de coral, no ocupan más que unos pocos minutos de pantalla. El largometraje dura tan sólo 96 minutos y en el montaje lo que más se resigna es el drama y el golpe bajo. En ese aspecto se agradece que una película tan pequeña y liviana no quiera, además, hacernos llorar.
El director y guionista Dennis Dugan (director de varias películas de Adam Sandler, de las buenas y de las malas) sabe jugar con algo de absurdo y delirio, lo que ayuda a evitar los momentos molestos, pero cada personaje y cada escena se presenta de forma muy prefabricada, con cada truco de guión a la vista. Eso le quita gran parte de encanto a toda la película.
Aunque al principio parece que será un largometraje sin valor alguno, luego consigue armarse de algo de simpatía y se convierte en una película sin mayor relevancia, pero sin momentos ofensivos, ni cosas insufribles. Una medianía a la que se puede dejar pasar o dedicarle una hora y media, siempre sabiendo que no habrá nada nuevo bajo el sol. La participación de Diane Keaton y Jeremy Irons puede considerarse también un motivo de interés.