Jocelyn (Franck Dubosc) es un exitoso sobre de negocios, mentiroso y egoísta, capaz de decir cualquier cosa con tal de seducir a una mujer. Cuando muere su madre, él va a su departamento y mientras revisa sus cosas se sienta en su silla de ruedas. Justo en ese momento una joven y bella vecina aparece y cree que Jocelyn está en silla de ruedas. Él decide mentirle y comienza una amistad con ella. Lo que no sabe es que su vecina tiene como plan presentarle a su hermana mayor, que está realmente en sillas de ruedas.
Así es como aparece en escena Florence (Alexandra Lamy), la mujer más encantadora del mundo. Bella, inteligente, sensible, jugadora de tenis adaptado y eximia violinista. Florence es perfecta y Jocelyn se enamora perdidamente. El amor es mutuo, pero condenado al desastre por la mentira de él.
La película, dirigida por el propio Dubosc, tiene como única gran misión resolver el tema de la mentira del protagonista y convertirlo en un personaje aceptable, a fin de que todos lo perdonemos y pidamos un final feliz. Lo curioso es que lo logra y la película emociona cierra perfectamente. Incluso tiene un maratón que Jocelyn debe correr y que será el final de la película. El logro de la historia no es perdonarlo a él sino conseguirle a ella una pareja digna de su grandeza. Amable y feliz comedia francesa, sin los golpes bajos y las demagogias de otros films taquilleros hechos en Francia.