Vivimos en una época donde el fandom se ha apoderado de todo el cine taquillero. Esto no es un juicio de valor sobre el cariño que los espectadores desarrollamos por algunas historias, sino la imposibilidad de obtener espacios más allá de estos grupos. Se podría decir que las franquicias son como equipos deportivos. La diferencia es que uno puede pertenecer a varios. Los fanáticos parecen gritar, frente a cada estreno de su saga favorita, que aunque jueguen mal y pierdan por goleada, igual seguirán alentando. La mirada crítica se anula. La era del streaming ha traído un fenómeno parecido con las series. Ya no solo se festeja la película, se festeja el tráiler y se escriben notas acerca de cuándo llegará ese tráiler.
Los fanáticos, por razones obvias, conocen a fondo cada detalle de sus sagas y siempre encontrarán motivos para ser parte. Es su mundo, no pasa nada. ¿Pero qué queda para el resto de los espectadores? ¿Cuántas películas hay que ver para que Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore (Fantastic Beasts: The Secrets of Dumbledore) tenga sentido? Cuánto más cine se ve, más se aprende, no hay reclamo en eso, pero aquí se trata de un conocimiento muy específico. Es como leer un tomo suelto de una serie de novelas. Un tomo que no tiene ni comienzo ni final y cuya vida independiente del mundo Harry Potter es cero.
Animales Fantásticos y dónde encontrarlos (Fantastic Beasts and Where to Find Them, 2016) era justamente lo contrario. Una película independiente, bien narrada, con humor, grandes personajes y una producción espectacular. Incluso para quien no había visto un solo segundo de los films de Harry Potter la historia funcionaba muy bien. La segunda parte fue un evidente desastre y todo el encanto del film original se perdió en esa catástrofe. La tercera parte que se estrena ahora es un intento de reencausar la saga, con esperanza de poder hacer dos películas más. La sola idea de que exista el proyecto debería ser motivo suficiente para no ir a ver este nuevo título. Ya sé que el cine de hoy no funciona así, pero que lindo hubiera sido si se hubiera terminado con el primer largometraje.
El magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne) queda un poco desdibujado frente a la presencia estelar del profesor Albus Dumbledore (Jude Law) y el poderoso mago oscuro Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen). Dumbledore y Grindelwald pasaron del amor al odio y hoy se han convertido en enemigos. Está en juego el mundo mágico y los héroes deberán luchar contra los villanos. La estructura central de la historia está dada por los dos personajes mencionados, el resto son el complemento de la pelea entre ellos. Hay toda una trama política que no tiene tanto rigor como para ser tomada como una alegoría del presente. Es raro todo el costado de las elecciones que aparece en la película, algo que la hace más larga y menos divertida. Hay, sí, un número importante de animales fantásticos que incluye a los queribles Niffler y Bowtruckles. El cambio de último momento de Johnny Depp por Mads Mikkelsen nunca sabremos si fue para mejor o para peor. Jude Law como Dumbledore está impecable. Eddie Redmayne como Newt Scamander sigue siendo simpático pero ya llegó a un límite con su sobreactuación. Se le agradece, sin embargo, el único momento de genuino humor de la película, cuando tiene que hacer una caminata tonta para no ser atacados por cientos de cangrejos. Ahí, por un instante, recordamos que ese era el corazón de esta saga derivada de Harry Potter y que ahora está teñido de solemnidad y un tono más importante.
Qué en el corazón de la película haya una historia de amor entre dos hombres es algo que suma a la estadística, pero no le agrega mérito artístico. No está forzada ni es inverosímil, pero al final de cuenta es un amor sin humor ni simpatía, sino exactamente lo contrario. Hoy es una revolución para estas películas para niños, pero mañana no lo será más. Por lo pronto, en China le sacaron cualquier alusión a ese amor. Nadie hizo marchas ni protestas, solo son exigentes con occidente, de China aceptan cualquier barbaridad.
Los fans de Harry Potter tendrán su premio. Ahora funcionan así las películas, premios para los clientes fieles y aburrimiento para todos los demás. El bestiario imaginado por J.K. Rowling merecía tal vez una película sola o pudo haber sido una saga dedicada a ellos, pero toma la opción de la historia de amor y la trama política, algo que en esta franquicia en particular resulta bastante tedioso y carente de acción. Si no podemos evitar que hagan dos películas más, al menos podemos soñar que serán más parecidas a la primera.