Aún estoy aquí (Ainda Estou Aquí, Brasil, 2024) es una de las películas más nominadas y premiadas a nivel mundial en la temporada de premios de este año. Cuenta la historia real del secuestro y desaparición del ex diputado Rubens Paiva (Selton Mello), quien regresa a Río de Janeiro, Brasil, después de seis años de autoexilio tras la revocación de su mandato al inicio del golpe de Estado brasileño de 1964. Cuando está viviendo una vida feliz junto a su familia en Leblon, Río de Janeiro, una redada militar en su casa culmina con que se lo llevan sin el empleo de violencia física en su propio auto. Paiva ha estado involucrado en política de espaldas a su familia y por ese motivo lo detienen. Su mujer, Eunice (Fernanda Torres), comenzará el camino para averiguar dónde está su marido y que le han hecho. En paralelo deberá sostener y proteger a su familia de la amenaza de la dictadura.
La película está dirigida por Walter Salles, el mismo de Estación Central (1998), lo que lo pone en el radar de los premios internacionales. Esta película ha obtenido tres nominaciones al Oscar, mejor película, mejor película internacional y mejor actriz, Fernanda Torres. Es una historia acerca de dictaduras sudamericanas de las cuales hemos visto en este lado del mundo una y otra vez. Filmada con elegancia pero tampoco sin demasiado estilo, el largometraje nos regala en su primera parte un número de lugares comunes más que tolerables para los espectadores sudamericanos. Para el público del hemisferio norte todo se debe ver diferente, pero para nosotros es la versión más prolija y cara de nuestros clásicos del cine político de la década del ochenta. Salles, que vuelve a la dirección de largometraje luego de doce años, confía principalmente en su actriz Fernanda Torres para que las escenas puedan ir un poco más allá de la obviedad. Y nos regala la presencia de Fernanda Montenegro interpretando a Eunice anciana. Montenegro no sólo protagonizó Estación central, sino que además es la madre de Fernanda Torres en la vida real.
Con una Academia de cine conformada por miembros cada vez más diversos, muchos de ellos provenientes de Latinoamérica, películas como esta tienen más chances de ser elegidas para los premios. Pronto película y premios tomarán caminos separados y lo que quedará es sólo lo que vimos en la pantalla. Y lo que aparece allí es algo que conmocionará a algunos, pero es la enésima representación de los crímenes de una dictadura que aparece en la pantalla. Filmada con oficio, pero sin ninguna novedad como para convertirla en una película destacable. Si cuarenta años atrás los Oscars hubieran tenido la diversidad forzada que tienen ahora, La historia oficial podría haber competido incluso por más premios de los que compitió. Mejor así, por supuesto. Ambas películas tienen serías limitaciones como para andar tomándolas como obras importantes.