Bucarau es una especie de western ubicada en un futuro cercano, con pequeños toques de ciencia ficción distópica y varias ideas tomadas del cine de género de bajo presupuesto. La acción transcurre en un pequeño pueblo donde se suceden hechos cada vez más extraños a medida que una amenaza se cierne sobre sus habitantes. La película arda bastante en finalmente mostrar su juego y cuando lo hace se desata en una película que podría ser de Stallone, Van Damme y emular al clásico The Most Dangerous Game (1932) de Ernest B. Schoedsack e Irving Pichel. Y ojalá se quedara en esa humildad de los grandes directores de género a los que parece evocar, en particular John Carpenter.
Bucarau, dicen, es una perfecta alegoría de la realidad de Brasil, su país de origen. No sabría decirlo, pero parece con estar conformes con ver en todo el cine americano una alegoría política, ahora también le ha llegado al cine brasileño. Como si ser una alegoría fuera en sí mismo un mérito. No lo es, y de hecho la película fluctúa de forma desordenada entre el placer del cine puro y sus intenciones políticas de trazo grueso y sin humor.
Accidentalmente, la alegoría política sudamericana con villanos de habla inglesa produce mucha alegría en los festivales de cine europeo. La alegría no es por el cine, sino por la bajada de línea política. Hay docenas de cine de género cien veces mejor que Bucarau y no obtienen el mismo prestigio. Lo que importa es lo que se ve en la pantalla, y acá el vaivén entre lo cinematográfico y lo pretencioso deja a la película a mitad de camino.