Mónica Galán interpretada a una actriz llamada Brisa. Está en un rodaje donde se la reconoce como la gran actriz que es. Pero más allá de su exitosa carrera profesional, su hijo adicto a las drogas representa para ella un enorme pesar. En estado lamentable, el joven vuelve y una y otra vez para pedir ayudar y robarle cosas, sin que Brisa sepa cómo resolver este drama.
La directora Inés de Oliveira Cézar consigue una película estéticamente perfecta, pero a pesar de la belleza melancólica del blanco y negro, no tiene problema alguno en emocionar de forma casi permanente. La enorme complejidad de lo que se cuenta incluye un gran número de temas. El drama personal, los conflictos laborales, el cine dentro del cine, los viejos amores, las amistades, la realidad de los adictos a las drogas, todo esto está unido con una habilidad tal que nada queda desarmado o poco sólido. Incluso el mencionado blanco y negro por momentos convierte a Baldío en un film de estética film noir. Hay que insistir en la perfección técnica, algo poco habitual en el cine argentino, más habituado a una búsqueda de desprolijidad naturalista.
Por supuesto que hay un elemento extracinematográfico que se termina metiendo en la película. Mónica Galán, la gran actriz del cine argentino, protagonizó este film sabiendo que sería el último. Esta despedida incluye un alto número de pequeñas apariciones especiales de grandes actores y un plano final tan bello como emocionante. No se necesita este dato extra para valorar Baldío, pero a modo de homenaje es bueno mencionarlo. Mónica Galán tuvo una despedida a su altura.