Barbie (Estados Unidos, 2023) es exactamente lo uno podía imaginar conociendo al personaje y a los realizadores de la película. La directora de la película es Greta Gerwig, actriz, guionista y directora, responsable de Ladybird (2017) y Mujercitas (2019). Ella figura también como productora ejecutiva y escribió el guión junto con Noah Baumbach, director y guionista de mucho prestigio, también marido de Greta Gerwig. Ambos, sobre todo él, son figuras prestigiosas dentro del cine independiente y son considerados artistas que buscan una expresión personal más allá del éxito comercial. Qué ambos tengan en sus manos, en particular Gerwig, un proyecto tan enorme y con tantas expectativas de taquilla parece casi una contradicción, pero es en realidad el devenir natural de los cineastas -y seres humanos en general- que buscan ganar la mayor cantidad de dinero posible para tener una vida sin privaciones o incluso con lujos. No se juzgan los deseos, sólo los resultados artísticos.
La muñeca Barbie es, posiblemente, el juguete más conocido de la historia. Basta con que un pequeñísimo grupo de las personas que han amado esa muñeca vayan al cine para convertirla en la película más taquillera de los últimos años. Ese cálculo está en el proyecto mismo, claro, porque así funciona una industria que se precie y quiera seguir funcionando. Pero Barbie no es un juguete cualquiera, sino un objeto de polémica y discusión durante décadas. Como tal, tomarla en el año 2023 implicaba hacerse cargo de todo eso o ser una irrelevante producción animada más del personaje. Al hacer la película con actores reales, esa idea queda de lado y hay que buscar algo más. Ahí es donde entra el matrimonio de artistas serios a encontrar un guión que haga feliz a Mattel, a Warner Brothers y a la estrella y productora de la película, Margot Robbie. Hacer cine no es fácil, pero una vez más, lo que importa es sólo el resultado.
Y Barbie resulta ser una película que busca conformar a todos, entrando y saliendo de sus temas, cruzando de forma contradictoria y nada inocente las ideas para que cada espectador se vaya a su casa creyendo que ha visto la película que a priori había imaginado. El prólogo de la película lo resume todo. La voz en off de Helen Mirren nos cuenta del gran cambio para la humanidad que representó el nacimiento de la muñeca Barbie. Lo hace con un homenaje y cita al prólogo de 2001: Odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick. La muñeca es presentada como el gran cambio dentro de la historia, la que permitiría a las niñas jugar con algo más que sus bebés. Acto seguido hay una vuelta de tuerca y la perfección valiente, diversa y feminista que se anuncia no es más que una fachada de un mundo de muñecas falso, superficial, asexuado y sin sentido. Así será toda Barbie, un juego permanente de crítica y festejo del personaje, de metalenguaje sobre la película y entrega total a su superficialidad. Que nadie se quede sin su Barbie personalizada. Diversidad de espectadores, riesgo mínimo, elegir todo al mismo tiempo, sin importar el costo, un cine muerto.
Hay dilemas existenciales en los personajes, tanto para Barbie como para Ken, así como también para los humanos que no son imbéciles. En el mundo humano sólo las mujeres son inteligentes y sensibles, los hombres son todos unos estúpidos, así cómo también en el mundo de Barbie, donde todos también son idiotas, excepto Allan, cuya ambigüedad y originalidad le permite estar junto a las mujeres. En el mundo Barbie, sin embargo, tienen redención, eso sí. El nivel de demagogia que tiene toda la película parece no importarle a nadie, la música y los colores pastel alcanzan para que todos festejen ese discurso a la moda. Tantas veces da vuelta la película para mezclar temas que tal vez su gran recurso sean la confusión, más que la contradicción. Igual alguien se sentirá ofendido por la ausencia de vaya uno a saber qué.
La película mezcla el espíritu de las Beach Party Movies de los sesenta, esas que consagraron a Frankie Avalon y Annette Funicello, con un exceso de colores propios del juguete de Mattel y varios realizadores que buscaron esa paleta y esa luz en sus películas. Claro, Greta Gerwig declaró que se inspiró en Jacques Demy, porque para blindarse un poco cuando uno hace bodrios, lo mejor es citar a buenos cineastas. También es bastante obvio que juega algo del juego de Toy Story (1995) aunque esté a un millón de años luz de esa película, así como también se mueve por algunos caminos de The Lego Movie (2014). Existencialismo y libre albedrío en formato juguetes, siempre aprovechando, sin culpa alguna, el mercado que esto ofrece luego para expandir el negocio.
Nadie se animará a atacar una comedia feminista dirigida por una mujer que una y otra vez hace un discurso político, sin importar que termine siendo un feminismo de pacotilla, lleno de baches y ridiculeces propios de alguien que no pudo hacer un guión en serio. Los guionistas saben que si ponen un discurso con una persona diciendo lo difícil que es ser mujer, ya va a quedar claro su punto de vista, hasta será un lindo corte para compartir en videos motivacionales. Es un momento que entra sin titubeos en un top ten de vergüenza ajena del cine de los últimos cincuenta años. ¿Quién sale perdiendo en todo esto? Por supuesto que la comedia. Basta ver a Will Ferrell en su rol menos gracioso desde que empezó a hacer cine hasta la fecha. El humor sin riesgo de Barbie lo desperdicia por completo, lo apaga. Y ahí es donde la película muestra su peor costado. No puede ser graciosa porque está ocupada en cubrir todos los flancos y blindarse frente a las lecturas de la cultura actual. Mattel, mientras tanto, permite ser acusada de empresa maligna todo el tiempo siempre y cuando eso no afecte el negocio. Y no lo afecta, así que Mattel está feliz y permite que todos hablen mal de la empresa hasta cierto punto. Margot Robbie es una gran elección para el personaje central y ella mantiene su carisma, aunque también sea criticada por la voz en off que cuestiona su protagónico.
Algunas comedias feministas ligeras y complejas al mismo tiempo que también se mueves por estos caminos y que es bueno recordar son Dulces y peligrosas (Sugar & Spice, 2001) de Francine McDougall y Josie and the Pussycats (Josie and the Pussycats, 2001) de Harry Elfont y Deborah Kaplan, por citar dos casos entre muchos que no está tan lejos de Barbie pero toman decisiones más claras y arriesgadas. El plano final de la película -que no contaremos- es la culminación perfecta de la tontería que acabamos de ver. La alegría de decir cualquier cosa sin preocuparse por las consecuencias. Por ser graciosos y creerse provocadores, los guionistas cierran su película metiendo a la secuela en un conflicto que la película nunca quiso asumir. Tal vez sea la manera de dinamitar la franquicia, pero lo dudo mucho. Si tanto les molesta Barbie y Mattel, lo mejor habría sido que no hicieran esta película.