Batman (1966) es el primer largometraje en la pantalla grande basado en el personaje de DC Comics. En Argentina se estrenó como Batman y Robin y también se la puede encontrar con el nombre de Batman: The Movie. La película surge como una extensión de la serie de televisión entre la temporada 1 y la 2. Es fiel representante cinematográfica del espíritu de la serie, más allá de algunas diferencias menores entre ambos formatos.
Aunque ha sido mucho menos vista que los episodios televisivos, se ha vuelto famosa por algunas escenas memorables, muchas de las cuales han sido objeto de culto incluso por aquellos espectadores que no han visto la película o solo han visto las escenas fuera de contexto. Debido a la forma no cronológica en la cual se repetían muchas veces los programas, todo el mundo Batman tiende a tener ese recuerdo algo confuso, incluso muchos creen que algunos momentos de la película son episodios del programa de televisión.
La diferencia más importante que salta a la vista es el presupuesto. Aunque tiene muchas escenas filmadas en estudio, incluso las que se suponen que son en mar abierto, la película se destaca por un uso de exteriores muy superior a lo que se veía en televisión. Batman siempre será una serie marcada por su artificio extremo, pero aquí se puede por primera vez a los protagonistas dentro de un mundo que se ve un poco más real. A ese presupuesto se le deben también tres vehículos hermosos. El helicóptero, la lancha y la moto con sidecar. La moto con sidecar sería vista en la serie, los otros dos vehículos tendrían un destino de material de archivo mayormente.
Los gadgets son una pieza clave y todos recuerdan por siempre y para siempre al repelente de tiburones. No es un aerosol que Batman lleva en el cinturón, sino que está en el baticóptero, por lo cual Robin debe bajar por la escalera para dárselo a su compañero en la mano mientras este resiste golpeando con su puño al escualo. El tiburón, además, tiene dentro suyo una bomba, lo que lo vuelve aún más peligroso. El detalle hermoso es que cuando Batman le pide a Robin el repelente, este lo saca de un porta “Oceanic repellent bat sprays” que no solo tiene el de tiburón sino también el de barracuda, mantarraya y ballena. Nuestros héroes no dejan nada librado al azar. Por supuesto que al ver al tiburón, Robin lanza una de sus frases icónicas y dice: ¡Santas sardinas!
Los títulos del comienzo no son los de la serie, en un especie de film noir de comic, los personajes son presentados con un foco de vigilancia que les apunta mientras se mueven con el fondo de una pared de ladrillos, como si estuvieran en fuga. Misma idea que aparece en muchas películas y años más tarde será la tapa de Band on the Run, el disco de Paul McCartney & Wings. Allí vemos que la película pone todo lo que tiene. Aparecen todos los actores que conocemos y los cuatro villanos principales: El guasón (César Romero), El pingüino (Burgess Meredith), El acertijo (Frank Gorshin) y Gatúbela (Lee Meriwether, en reemplazo de Julie Newmar que no pudo participar del rodaje).
Los villanos están absolutamente desatados y se nota la locura de la década del sesenta en cada escena. Incluso al comienzo cuando Batman y Robin van en su helicóptero y un grupo de chicas en bikini los saludan desde una terraza es imposible no pensar que están citando al comienzo de La dolce vita (1960) de Federico Fellini, con Marcello Mastroianni. Los apuntes coyunturales incluyen submarinos, misiles, las Naciones Unidas debatiendo el futuro de la humanidad. La década del sesenta a pleno, sin duda alguna. El contraste entre la tranquilidad al hablar de Bruce Wayne/Batman, interpretado obviamente por Adam West, y los enloquecidos malechores muestra lo difícil que es encontrar orden y tranquilidad en aquellos años convulsionados. West está más que brillante en su papel, como también lo está Burt Ward haciendo de Robin, ambos recorrieron un camino que ningún otro actor podrá jamás superar o siquiera imitar.
Mucho se ha discutido y analizado el tema de la parodia en la serie -y la película- de Batman de los sesenta. Qué todo era una gran burla, que parodiaba a los superhéroes y que toda la serie era un ejemplo de camp, es decir de un arte popular con humor, exageración, ironía y dudoso buen gusto. Pero quienes dicen eso se olvidan de varias cosas. La primera es que, a diferencia por ejemplo, de El Superagente 86, gran parte del público infantil veía la serie como una narración genuinamente de aventuras, con mucho suspenso, drama, y también sentido del humor. Los chicos no pueden ver El caballero de la noche (2008) como su modelo de Batman. También hay que ver que los comics de la década del sesenta habían evolucionado con respecto a las décadas anteriores y que los colores, así como los carteles con onomatopeyas corresponden a esa época. La genialidad de la serie está en ser las dos cosas al mismo tiempo sin excluirse mutuamente.
En la película hay varios ejemplos de esta complejidad. Cuando en un momento increíble Batman debe deshacerse de una bomba (como en El caballero de la noche asciende, 2012) no consigue un lugar sin víctimas para arrojarla. Corre llevando sobre su cabeza una bomba negra y redonda con una gran mecha, como de historieta, y cada vez que la quiere tirar le aparece un bebé, un grupo de monjas, el ejército de salvación y finalmente un grupo de inocentes patos. Batman se detiene y dice: “¡Algunos días en los que no puedes deshacerte de una bomba!”. Me parece brillante. El héroe juega en desventaja en tanto tiene la obligación moral de hacer lo correcto, lo que por supuesto es muy difícil. Sí, es un chiste sublime, pero a la vez es un mensaje impecable.
Y por supuesto el clímax es cuando los miembros de la Naciones Unidas son deshidratados y convertidos en polvo. Una serie de situaciones hacen que se mezclen y el proceso de rehidratarlos es muy complejo, como cualquiera puede imaginar. Pero luego de mucho esfuerzo y dedicación se consigue volverlos a sus cuerpos, incluso en sus propias sillas y deliberando apasionadamente. Eso sí, cada uno con el cuerpo del otro, lo que es un fracaso estrepitoso y a la vez una nueva esperanza para la humanidad. Batman le dice a Robin que abandonen el salón conspicuamente.
Todo funciona en la película, aunque la serie siga siendo mejor. Los acertijos imposibles son adivinados de manera más que absurda, los héroes hacen su famosa subida con sogas por el costado del edificio, la baticueva está presente así como también el batimovil. Bruce Wayne, por pedido de Adam West, tiene más presencia y está muy bien el romance que tiene con Gatúbela aunque no sepa que ella lo es, ya que se ha hecho pasar por una corresponsal rusa, en otro apunte de la guerra fría a tener en cuenta. Y finalmente cuando el mundo espera que los héroes rehidraten a sus emisarios, una de las ciudades abarrotadas de gente es Buenos Aires y la multitud filmada en hermosos colores no es otra más que la que fue al Congreso de La Nación al funeral de Eva Duarte. Ese material estaba en manos de Fox, empresa productora de la película de Batman. Un detalle delirante más para una película que ningún fanático de la serie debería perderse.