Beckett (John David Washington) es un ciudadano norteamericano de vacaciones en Grecia junto a su mujer. Un accidente en la carretera lo coloca, de forma completamente casual, con un secuestro que tiene en vilo a la población de lugar. Sin entender bien que pasa y aun sin recuperarse de todo del shock, Beckett se convierte en víctima de una persecución por parte de enemigos que no conoce. Intentará desesperadamente llegar a la embajada de su país antes de que lo asesinen. En el camino descubrirá que nada es lo que parece y que la conspiración es mucho mayor de lo que imaginaba. Deberá saber si desea dejar de ser víctima y convertirse en héroe.
Las raíces hitchockianas de la película se hacen evidente desde un comienzo. El hombre común colocado en una situación extraordinaria y convertido en algo que él no pensó nunca que sería. La conspiración y la casualidad mezcladas, la huida despavorida con aliados ocasionales y enemigos que no muestran su juego. Todo es Hitchcock, sin duda, pero la película golpea contra una contradicción insalvable. Mientras que el guión es alegremente inverosímil y el héroe tiene una resistencia completamente ridícula, la película busca ser realista y dramática, intentando mantener siempre la solemnidad. Por eso fracasa y lejos de ser simpática se vuelve ridícula. Algo que sin duda la coloca en la vereda de enfrente de Alfred Hitchcock a quien había querido emular.