Jean-Pierre Jeunet, el director de Delicatessen (1991) y Amelie (2001), es el nombre detrás de Bigbug (2022) un film de ciencia ficción en tono de comedia negra. La historia transcurre en el año 2050, donde la inteligencia artificial es omnipresente y donde los humanos dependen de ella para hacer casi todo. En una casa de un barrio residencial las máquinas se complotan para tomar de rehenes a un grupo de humanos a los que sirven. Fuera de ese encierro los poderosos androides Yonyx tal vez ya estén listos para tomar definitivamente el poder. La barrera entre los robots que buscan entender la condición humana y los humanos que actúan de forma cruel y egoísta, tiende a hacerse cada vez más sutil.
La siempre agotadora estética de Jean-Pierre Jeunet alcanza un nuevo nivel de abuso en esta película. Todo está excesivamente diseñado y el preciosismo parece un fin en sí mismo. Es un libro de diseño futurista que quedaría muy bien en la mesa del living para que los invitados puedan mirarlos unos minutos. Con el sentido del humor ocurre lo mismo. La sobreactuación grotesca y gritada, la gesticulación exacerbada por la forma en la cual el director filma, todo es demasiado para un largometraje. Cada cierta cantidad de minutos algo parece interesante o gracioso pero luego queda aplastada por esa estética publicitaria de planos breves y recargados, siempre con ese humor de caricatura propio de Jeunet. Sobre el ser humano y su vínculo con la tecnología no hay aquí grandes reflexiones, solo lugares comunes y bastante tibieza en las reflexiones finales. Ni es graciosa, ni es inquietante, ni es profunda. Puro diseño, nada más.