El cine para chicos o si se quiere el cine familiar, requiere el mismo rigor o incluso más que el cine exclusivamente para adultos. Tal vez los guiones puedan tener algunas libertades de verosimilitud, pero el relato debe ser fluido, dinámico, inteligente y visualmente cuidado. Los críticos de cine parecen olvidarse de eso y a la hora de la crítica se vuelven paternalistas e indulgentes, como sabiendo que los chicos no leen críticas pero los que hicieron la película tal vez sí.
Cara Sucia con la Magia de la Naturaleza se suma a un largo historial de cine argentino para chicos bienintencionado que queda muy lejos de obtener un resultado con algún tipo de valor cinematográfico. La calidad técnica, el simplismo de las situaciones, la realización en exceso artesanal, todo lo que aquí y en cualquier lugar del mundo es sinónimo de película mala.
Mariel, cuyo apodo es Cara sucia, pasa sus días disfrutando con su pequeño hermano en la selva misionera. Pero ese mundo bello y pacífico se ve amenazado con la llegada de la malvada Melany, una malvada ingeniera, dueña de poderes mágicos y también económicos. Ella quiere arrasar con el lugar y las máquinas de su compañía buscar adueñarse de toda la madera de la selva. Una clásica historia ecológica contada de mil formas diferentes en todos los países del mundo y no por eso agotada.
La película jamás encuentra el tono y técnicamente está a años luz de sus pretensiones. Cuando la historia requiera la intervención de personajes animados, estos no lograrán la calidad mínima necesaria para deslumbrar desde lo técnico o desde lo artístico. Ni se aleja por completo del cine industrial más comercial, ni se lanza a una animación personal y única. Las actuaciones están lejos también de conseguir se convincentes y la villana interpretada por Laura Novoa es una payasada propia de un mala obra de teatro infantil y no se una película comercial. Otros rostros, como el de Gustavo Garzón, pasan sin pena ni gloria por la pantalla por unos pocos minutos. La voz de Rubén Rada le termina de dar, a través de la canción del film, un tono fuera de época, demodé, de otro momento del cine argentino. Todo el film parece salido de aquellos años pasados, cuando los cineastas mediocres y los críticos blandos se cuidaban mutuamente las espaldas en lugar de avisarle al público lo que les esperaba si pagaban una entrada para ver algo así.