Chernobyl, escrita por Craig Mazin y dirigida por Johan Renck, es una miniserie de HBO dividida en cinco episodios que cuenta el desastre ocurrido el 26 de abril de 1986 en la central nuclear Vladimir Illich Lenin, ubicada al norte de Ucrania, que en aquel momento pertenecía a la Unión Soviética. Dicha central funcionaba a tres kilómetros de Pripyat y dieciocho kilómetros de la ciudad de Chernobyl, nombre por el cual se conocía tanto a la central como a la catástrofe ocurrida allí. Su éxito fue tan grande que no solo se llenó de premios, también despertó por Chernobyl un renovado interés que nadie podría haber calculado. Aunque hubo resistencia por parte de algunos grupos más extremos, el Ministro de cultura de Rusia y varios de los sobrevivientes dijeron que les sorprendía lo bien mostrado que estuvo lo que ocurrió allí.
En los trescientos treinta minutos que dura la miniserie se narra el final de la vida del científico Valery Legasov, los minutos previos a la catástrofe, todo la tarea para controlar la situación, incluyendo el trabajo de los tres protagonistas, a través de los cuales vemos una parte importante del relato, y el juicio posterior para analizar lo ocurrido. Son cinco episodios perfectos con una habilidad narrativa irreprochable y con un guión que condensa pero no confunde toda la información para entender lo ocurrido y al mismo tiempo contar una historia que trasciende a un evento tan importante de la historia.
Cuando ocurre el desastre, cuyo origen y consecuencias no sabemos en ese momento, la serie arranca una línea narrativa que muestra a los científicos, los burócratas, los diferentes grupos de trabajadores y las personas comunes sin injerencia directa en Chernobyl. Valeri Legásov (Jared Harris) es llamado para que en su condición de experto asesore al comité encargado de responder al desastre. Aunque le informan que el tema no es grave, en seguida él descubre lo contrario. Legásov hará lo imposible para conseguir que las cosas se resuelvan frente a la negación oficial de las dimensiones del evento. El político a cargo de esa misión es Boris Shcherbina (Stellan Skarsgård) un convencido del partido que ve con muy malos ojos a Legásov. Ambos son enviados a la central nuclear para trabajar juntos. La serie agrega una científica más Ulana Khomyuk (Emily Watson) un personaje que además oficia de investigadora de lo que pasó en realidad, como un detective que por su cuenta averigua lo que el gobierno intenta tapar. Este personaje no existió en la realidad, es la suma de muchos científicos que apoyaron a Legásov y ayudar a resolver la situación lo mejor posible.
Con diferencias, estos son los tres héroes principales de la miniserie. Los rodean los burócratas que intentan tapar la verdad, los que ocupan puestos para los que no están calificados, los que buscan poder y prestigio sin fijarse en las consecuencias o los que son ciegos fanáticos del partido. Hay buenos y malos en Chernobyl y eso la convierte en una historia más apasionante. Pero también hay muchos grandes héroes a lo largo de la historia y muchas víctimas que nunca tuvieron una chance de saber lo que realmente pasaba. Los bomberos están representados por un personaje, los trabajadores de la planta por los voluntarios, los divertidos mineros de carbón suministran humor y sentido común, pero también una capacidad de sacrificio por el prójimo que es conmovedora. Un puñado de sub tramas permiten dar cuenta, con una habilidad destacable, de todas las tragedias que rodearon a la explosión. La joven embarazada, esposa del bombero, la anciana que no quiere dejar su casa, el joven que tiene la terrible tarea de liquidar a las mascotas sobrevivientes. Diferentes facetas del horror de Chernobyl distribuidas a lo largo de los episodios para entrar y salir del trío protagónico.
Pero la efectividad de Chernobyl se debe a gran parte a su realización. La reconstrucción de la época y los lugares es perfecta. No solo por un inteligente uso de las locaciones reales, lugares muy parecidos a los que fueron testigos de la historia. Una central nuclear idéntica a Chernobyl, una ciudad muy parecida a Pripyat y finalmente varios lugares de Ucrania conformaron los espacios principales para contar la historia. Los colores, la luz, la dirección de arte, detalles que permiten meterse en la narración. Pero también muchos elementos para concentrar el drama. Por eso un trío protagónico y no docenas, siendo el caso más perfecto el de la científica. Los escasos pero no por eso menos valiosos momentos de humor mencionados. Los conmovedores sacrificios para salvar a cientos de miles, llevados adelantes por héroes anónimos, al costado de la historia grande. Y picos dramáticos inolvidables, como los noventa segundos por salida para sacar el grafito del techo. Cada vida vale en la miniserie, todo importa y se hace sentir. Incluso la de los animales genera un nudo en la garganta del espectador. Capa sobre capa de tragedias que pudieron haberse evitado.
Y sin embargo lo más fuerte de todo es la historia de la burocracia, la desidia, el relato oficial que todo intenta taparlo o negarlo. Un estado al servicio del estado, pasándole por encima al pueblo que dice proteger. Burócratas donde debería haber gente realmente preparada, oportunistas cuyo único mérito es estar al servicio del partido, no de la gente. Un sistema más preocupado en perseguir que en servir. Chernobyl es, por encima de todo, una cruda denuncia sobre la mentira. En las inolvidables palabras de Valeri Legásov que son más que el resumen de Chernobyl y que aplican a todo el mundo: “Cada mentira que decimos nos endeuda con la verdad. Tarde o temprano esa deuda se paga.”