Con un pasado que lo atormenta, un basurero al que llaman Clean (Adrien Brody) busca tener una vida tranquila mientras observa con resignación y amargura la decadencia del barrio en el cual vive. Pero la violencia se cruzará nuevamente en su camino y él deberá mostrar su verdadero rostro para limpiar las calles de una amenaza de la cual ya no puede permanecer indiferente.
La película está protagonizada, escrita, producida e incluso tiene música de Adrien Brody, claramente el autor de esta película dirigida por Paul Solet, también guionista. En las escenas iniciales es imposible no ver a Clean como una versión basurero del taxista de Taxi Driver. Todo remite al film de Martin Scorsese. El esquema, propio también del policial negro, ha sido utilizado muchas veces con resultados dispares. Las referencias religiosas y cierto tono solemne y pretencioso también extiende las referencias al cine de Abel Ferrara y todos los títulos de violencia desatada que han protagonizado muchos actores a lo largo de las décadas.
La película tarda bastante en aclarar su juego, justamente porque intenta ser más importante de lo que es. Y cuando aparece la violencia lo hace de forma impactante, como un film de Park Chan-Wook, siendo gráfica y perturbadora, y apoyándose en cierto realismo con el cual el relato ha coqueteado desde el comienzo. Adrien Brody es un ángel vengador, un personaje visto mil veces y que tal vez el actor haya querido finalmente probar para ver si su futuro puede ir por ahí. No es su primer film de acción, pero sí el que lo coloca en un lugar con ganas que muestra sus ganas de tomar ese camino. Demasiado pretenciosa para ser divertida, demasiado llena de lugares comunes como para ser tomada en serio.