La gata Gwen (como Stefani) y el perro Roger (como Federer) son dos agentes secretos que protegen y salvan el mundo sin que los humanos tengan ni ella de ello. Tienen esos nombres según la pasión de su dueña y su dueño, respectivamente. En una la joven y su padre son músicos y en la otra el joven y su madre aman el tenis.
La alianza entre perros y gatos se debe a un gran pacto que han hecho y una unión que ya lleva diez años. Pero una cacatúa villana y sus aliados intentan boicotear esa armonía. Los animales menos queridos de la tienda de mascotas tienen un plan para que perros y gatos sean hostiles y a la larga sean menos queridos por sus dueños.
Una tercera parte de una película mala de hace veinte años tenía poco para ofrecer, pero sorprendente entregando aun menos de lo esperado. La película es mala con ganas. Los animales, todos reales, tienen una leve animación en la boca en algunas escenas y luego se mueve con mascotas comunes y corrientes a la que una pobre puesta en escena inserta en escenas de acción.
No merece un análisis más allá de su precariedad formal y de un guión lamentable. Un presupuesto limitado ofrece no más de diez animales y un elenco con cuatro actores principales y algunos secundarios de segundos de pantalla. Todos horribles, los perros, los gatos y los humanos.