Desde los títulos, Cómplices del engaño (Hitman, Estados Unidos, 2023) se presenta como una película estéticamente civilizada y ajena al derrumbe cinematográfico del presente. Suena “New Orleans Bump” por Jelly Roll Morton y los primeros privilegiados son nuestros oídos. En una época de bandas de sonido desesperadas por perseguir los abominables éxitos de los cantantes de moda, Cómplices del engaño nos avisa que no permitirá que nuestro buen gusto y nuestra inteligencia sean atacados por sonidos e imágenes indignadas del arte cinematográfico. Pero a no confundirse, la nobleza de la película y su enorme calidad no tienen que ver con un cine difícil o solemne, sino todo lo contrario. Richard Linklater toca una melodía que le es conocida: la ligereza amable, la adultez de un cine inteligente pero gracioso, el camino feliz de una trama que sabe como recuperar todo aquello que hizo del cine clásico de Hollywood lo que ha sido y será siempre dentro de la historia del cine mundial.
Cómplices del engaño es una mezcla de screwball comedy o comedia de rematrimonio con algo de cine policial. Tiene la confusión de identidades, los engaños, el humor negro, la sensualidad y también la capacidad de no tomarse todo con gravedad. Es tan diferente al cine actual que no se necesitan más que unos pocos minutos para saber que estamos frente a una buena película. Richard Linklater se siente a gusto y se nota. Hasta los títulos finales comprende las reglas del juego y las aplica. Todo el elenco lo entiende también y el resultado es una de las comedias más luminosas de la última década, una de las pocas también, para ser sinceros.
El protagonista es Gary Johnson (Glen Powell), un profesor universitario que podría haber sido interpretado por Cary Grant en la edad de oro de la comedia americana. Trabaja como consultor para el departamento de policía de la ciudad y un día, casi por casualidad, debe hacerse pasar por un asesino a sueldo en medio de un operativo policial para atrapar a alguien que está intentando contratar uno. El descubrimiento de un talento natural para la actuación, lo convierte en un experto en esta tarea y todo parece bajo control hasta que aparece Maddy (Adria Arjona), una joven desesperada que quiere eliminar a su marido maltratador. Gary se enamora de Maddy y hará la posible para que ella cambie de opinión al mismo tiempo que deberá evitar que la policía descubra este doble juego que él hace en complicidad con la mujer.
Los rebeldes y confundidos del cine de Richard Linklater encuentran aquí una variación encantadora que libera al director de cualquier forma de realismo o corrección política. Como ocurría en Hollywood entre las décadas del 30 y del 50, los personajes son lo que importa y su romance está por encima de lo que diga el mundo. La pareja en aventura, al estilo de la comedia americana pero también del cine de Alfred Hitchcock, donde de lo que se trataba era de la atracción entre dos personas, algo tan fuerte que se impone por encima del sentido común. Pero claro, para que esto funcione se necesita hacer una película sin solemnidad, que no intente juzgar todo el tiempo y que crea en el poder del cine y la ficción más que en cualquier otra cosa. Richard Linklater ha demostrado varias veces que sabe como hacer esto y aquí vuelve a lograrlo.