Bea (Sydney Sweeney) y Ben (Glen Powell) se conocen en una cafetería y luego de una cita increíble, un error de interpretación los convierte en enemigos. Ambos piensan que el otro los desprecia, a pesar de que ambos quedaron enamorados. Pero una boda en Australia los reencuentra y los pone frente a frente. Cómo ambos parecen estar destinados a arruinar todo el evento, deciden pretender que están en pareja, así nadie se preocupa por ellos. Sus exageradas sobreactuaciones son el centro de esta comedia romántica, que intenta ponerle humor absurdo a lo que en definitiva es una historia de amor.
La película está basada en Mucho ruido y pocas nueces, y ese es el motivo por el cuál algunos diálogos suenan iguales a la obra de William Shakespeare y también explica que frases textuales aparezcan escritas en los más insólitos lugares, en un recurso que rompe el clasicismo de la narración. Pero más clara es la influencia en la variedad de parejas y cruces que se producen a lo largo de esta breve pero demasiado larga comedia romántica. No sé si Shakespeare ayuda a darle prestigio al resultado final o sí los momentos turísticos dedicados a Australia le servirán a la oficina de turismo de ese país, lo cierto es que se trata de uno de los peores exponentes del género que se han estrenado en cine en la última década. Un misterio que no sea un producto de Netflix, aquí no podemos culpar al streaming.
El último tercio de película sobra por completo, pero claramente se quedaron sin ideas y no podía hacer una película comercial que durara tan sólo sesenta minutos. Una pérdida de tiempo de principio a fin. Las vueltas de tuerca de William Shakespeare le quedan demasiado grandes.