Cónclave (Gran Bretaña, 2024) tiene todos los elementos para ser una gran película, una de esas narraciones sólidas, eficientes, hechas por un equipo de actores de primer nivel y una producción impecable. Hay quienes creen que con eso sólo no alcanza, pero siempre será mucho mejor ver una película con esas características que una que parece hecha por aficionados. Aunque el saldo no sea positivo, todo el camino es atrapante. Una historia de intrigas vaticanas a la que no se le puede quitar la mirada ni un momento. Pero claro, la película no está terminada hasta el final, y allí es donde aparece la decepción.
El Sumo Pontífice ha muerto de forma inesperada. El Cardenal Lawrence (Ralph Fiennes en dominio total de su oficio) es designado como responsable para llevar a cabo el ritual más solemne y secreto de la Iglesia Católica: el cónclave para elegir un nuevo Papa. Los cardenales de todo el mundo se reúnen en la Capilla Sixtina para votar y decidir quién quedará a cargo de la iglesia de ahí en más. Se desata entonces una pelea política para saber quién será el sucesor, votación tras votación hasta lograr el número suficiente que dé por finalizada la elección. En el medio, cada candidato y sus seguidores van argumentando en los pasillos, tienen reuniones en voz baja y se van discutiendo que es lo mejor para el futuro de la iglesia. ¿Será un Papa que continúe con el progreso dentro de la institución o por el contrario se optará por uno ultra conservador que busque volver al pasado?
El elenco de talentos que acompaña a Ralph Fiennes incluye a Stanley Tucci, John Lithgow, Isabella Rossellini y Sergio Castellito. El vestuario y la dirección de arte los vuelve aún más importantes, los convierte completamente en esos personajes sumergidos en ese entorno gigantesco y solemne donde se define el destino de una de las religiones más grandes del mundo. El director Edward Berger es el mismo de Sin novedad en el frente (2022) que vuelve a demostrar su clasicismo sin vueltas para narrar de forma eficiente la historia. No es un director particularmente brillante, pero sí uno de los que hace un cine que hace sesenta años atrás solía arrasar con los Oscars.
Poco a poco hay un personaje que va creciendo, el cardenal Benítez (Carlos Diehz, el único actor malo del elenco, una pista de su importancia) quien obviamente va directo a ser el centro de la trama, de una u otra manera. Aunque el aparente rigor de toda la película seguramente es respetado hasta el desenlace, desde lo cinematográfico resulta pobre, torpe e incluso demagógico el modo en el cuál termina la trama. Es verdad que las películas hechas para el Oscar son justamente eso, historias elegidas porque pueden tener chances de ganar premios. Cónclave cumple con eso y con los trucos de la agenda actual, pero insólitamente pierde el rumbo del suspenso, la progresión dramática y el impacto de una narración que funcionaba bastante hasta que delata sus verdaderas intenciones, aquellas que anteponen lo ideológico a lo cinematográfico. Una pena.