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COPACABANA

De: Martín Rejtman

LA MAGIA DE TUS BAILES

Lo maravilloso del cine, en particular del cine documental, es que en apenas una línea se puede resumir de qué trata un film y, a la vez, no se está diciendo nada sobre el mismo, sino que hay que verlo para poder entender qué ha decidido hacer el director con ese punto de partida. Así las cosas, la idea de un documental sobre la comunidad boliviana en la Argentina es -a priori- fácilmente asociable a un cine social de denuncia o a una simple mirada lineal y políticamente correcta acerca de ese grupo migratorio. Pero está claro que, en manos del realizador Martín Rejtman, el film debería tomar otros derroteros, menos obvios y más interesantes. Y las sospechas se cumplen con creces. Luego de unos primeros travellings laterales en los que se muestra un barrio de Capital Federal en donde se arman los festejos de la comunidad, el film se sumerge en una serie de escenas que le otorgan ya su esencia y su sentido. Se observan entonces diferentes grupos que ensayan o se presentan bailando en la Fiesta de Nuestra Señora de Copacabana. Decir que el film se juega todo en estas escenas no es exagerar. Se podría afirmar que Rejtman cumple con una dualidad casi contradictoria: la de mostrar por un lado un mundo tal cual es y, por el otro, realizar una puesta en escena con sutiles elementos de artificio y notoria presencia de una intención estética definida. Este pequeño juego al que el director nos introduce nos lleva a cuestionar la naturaleza misma del documental, género en el cual los realizadores más respetuosos y comprometidos ideológicamente terminan realizando films anodinos e incluso contradictorios con sus intenciones originales. Rejtman no es un cineasta político en el sentido tradicional, por lo que el sentido político que el film pueda tener se desprende del propio lenguaje y de las situaciones, y no de una bajada de línea forzada del director.

En esas primeras escenas de bailes, Rejtman ya nos conecta con la comunidad boliviana de forma absoluta. Medio film abarcan estas costumbres que se van ganando el corazón del espectador más distante o poco interesado en el tema. El racismo y la tensión que a diario se percibe en la Argentina y de los cuales casi nada se habla en los medios, se verían completamente derrumbados con estos bailes, que generan un nivel de comprensión, empatía y admiración que muy pocos cineastas podrían haber logrado con tanta fuerza. El film no es profuso en diálogos, pero sí lo es en imágenes de grupos de personas bailando, ensayando, compartiendo espacios comunitarios. Y es precisamente gracias a esto que la película gana en belleza y fascinación. Lejos está de una actitud despectiva, claro, pero lejos está también de una actitud paternalista o cínica. En manos de un director mediocre, estas escenas podrían haber caído en el ridículo; en manos de Rejtman, cobran una nobleza extraordinaria. Y así, sin una estructura dramática convencional, pero creando siempre interés, sin declaraciones ni entrevistas, con algunos pocos diálogos filmados con distancia y alguien que muestra un álbum de fotos, Copacabana se va imponiendo en el corazón del espectador con herramientas puras y sin golpes bajos, aun cuando se oscurece un poco en la segunda parte, donde nos sentimos doblemente comprometidos debido a lo que pudimos ver en la primera mitad. Es posible que esta película sea el acercamiento más genuino y efectivo que los medios audiovisuales hayan hecho a la comunidad boliviana. Y eso es mérito de un realizador que aunque dice desconocer el género documental, no caben dudas de que conoce la naturaleza del cine.