“Tres acordes y la verdad” Así definió el compositor Harlan Howard lo que era la música country. El corazón mismo de la simpleza y la honestidad del género musical más grande que ha tenido la historia de Estados Unidos. Nacida desde los marginados, los segregados, los olvidados, la música country tuvo que luchar, como ninguna otra, por ganarse el respeto de todos. Aun hoy los prejuicios y la ignorancia la asocian a esos primeros estereotipos de los que la música country ha sabido salir y volver a entrar a lo largo del siglo de historia que cuenta el documental Country Music (2019) dirigido por Ken Burns.
“Como volver a casa de mamá o de la abuela para el Día de acción de Gracias. La música country está llena de canciones sobre pequeñas y viejas cabañas de madera donde la gente nunca ha vivido y viejas iglesias de campo donde nadie ha concurrido. Habla de muchas personas que han sido olvidadas o sienten que han sido olvidadas. La esencia de la música country es la nostalgia. La ansiedad por regresar al viejo estilo de vida sea real o imaginario.” Así lo resume Bill C. Malone, historiador especializado en música country, el único académico que habla en la película, los demás son músicos, productores y gente vinculada de alguna manera con la creación musical. Pero ese resumen está en los primeros minutos, donde un montaje de varios testimonios ensaya las primeras ideas. Luego se desplegará un abanico enorme y revelador. La narración es sencilla, pero el ordenamiento de tanto material es una verdadera proeza. El guión de Dayton Duncan y la voz en off de Peter Coyote van aportando información. Con esta estructura los testimonios de los entrevistados pueden ser más libres, sin necesidad de tener que ordenar los datos, solo opinando y contando historias.
Country Music ha sido calificado como el documental sobre música más ambicioso de todos los tiempos. Imposible saberlo porque no es fácil abarcar todo el género, pero sí queda bien claro que se trata de un proyecto monumental que llevó ocho años realizar y con un resultado que impacta. Sino es el más ambicioso, al menos lo parece. Dieciséis horas y treinta minutos es lo que suman los ocho episodios del documental. No es una cuestión de duración solamente, Country Music recorre prácticamente un siglo de historia de un género musical y también de Estados Unidos. Ayudado por el hecho que Ken Burns ha dirigido varios documentales que coinciden cronológicamente con los eventos narrados en la serie, cada pequeño detalle del contexto que acompaña a la música country da la sensación de alguien que domina a la perfección todo lo que está contando.
La solidez de Country Music es total. Pero lo que define al documental es su brillantez a la hora de querer explicar un fenómeno gigantesco, lleno de variables, personajes y épocas. Hay tanta riqueza en los ocho episodios que cuesta imaginar algo mejor para explicar un género musical. En la escena inicial, por ejemplo, el documental analiza un cuadro que se encuentra en el museo de la música country en Nashville, The Sources of Country Music de Thomas Hart Benton. Cada escena busca respuestas y explicaciones, pero ese comienzo anuncia la diversidad y complejidad de un género musical que muchos miran desde afuera sin entender. Ver este documental sirve también para que los que nunca han escuchado música country en sus vidas lo hagan por primera vez, entendiendo de que se trata. Seguramente los que saben mucho, encontrarán ausencias y omisiones, e incluso objetarán algunas presencias por encima de otras, pero para los que no son expertos, Country Music es como tomar un curso sobre el tema y aprovechar al máximo todo lo que tiene para contar.
El episodio 1 cuenta la historia de la música country desde su origen hasta 1933. El mencionado arranque es apasionante. Y la información no se hace esperar. Nos enteramos de que ni siquiera llevaba el nombre de música country en aquellos años. Oldtime Music y Hillbilly Music fueron los primeros términos con los cuales se la conoció. Recién en 1949 aparece el término música country y en 1962 se la dejó de mencionar como country & western. Tan interesante es el documental que hasta explora el origen del violín, el banjo y la guitarra dentro del género, lo que muestra una diversidad cultural en las raíces que la mayoría no conoce. Luego presenta a la radio, un medio nuevo, como la gran difusora de los artistas. Y finalmente se centra en la figura de Jimmie Rodgers y la familia Carter, aunque su historia sigue durante otros episodios. Tanto Rodgers como los Carter, son los verdaderos primeros artistas, los que abrieron el camino. Sus historias de vida reflejan la existencia de esas personas que la música country retrata. Rodgers, particularmente, es la quintaesencia del artista trágico de country, algo que se repetirá en otros músicos posteriores. Si el documental fuera solo sobre ellos, ya valdría la pena. No todos los artistas de country son iguales, pero la manera en la que la mayoría, en particular en las primeras décadas, se crio en la pobreza o ambientes difíciles es revelador. En el documental cuentan que Charlie Parker, increpado por sus músicos por poner música country en una rockola, contestó: “Escuchen las historias”. La necesidad de contar historias, en particular de aquellos que han sido dejados atrás, está en el corazón del género. Muchas de esas canciones nunca fueron grabadas hasta que aparecieron los songcatchers, quienes iban cabaña por cabaña buscando las melodías que las personas cantaban en la entrada de sus hogares, luego de una dura jornada laboral.
Con la radio vendrán los auspiciantes y luego Nashville se transformaría en la capital de la música country, el lugar al que todos iban a buscar fortuna. También tiene un gran protagonismo el Grand Ole Opry House, el templo de la música country, el lugar desde donde los conciertos llegaban a todo el país. Y la lista de artistas parece inagotable. La información también. El material de archivo es perfecto, no solo por las canciones y las fotos, también por el registro de shows en vivo, programas de televisión y películas. La certeza de que detrás de estas dieciséis horas hay material para cien más.
Si la música country tiene grandes historias, el documental elige contar las mejores en lo que a biografías se refiere. Sí, están los mejores, pero queda claro que hay historias que merecen ser contadas con lujo de detalles. En cien años de historia no cuesta encontrar varias que valgan la pena. A los ya mencionados hay que sumarle a The Hillbilly Shakespeare, el incomparable Hank Williams. Su obra es fundamental, su talento indiscutible, pero además tiene una historia que parece salida de una canción de música country. Más adelante alguien dirá, hablando del gran George Jones: “El era una canción country” y no se exagerado. En muchos casos el talento vino junto con una vida tormentosa.
Roy Acuff, Bill Monroe y Maybelle Carter son tres artistas que unen las viejas generaciones con las modernas. Sus largas trayectorias son lo que mantiene a la música country en los momentos más difíciles de la transición generacional. Una canción inmortalizada por la Familia Carter se convierte en himno, une a todos y también le aporta algunos de los momentos más emocionantes al documental: Can the Circle Be Unbroken (By and By) se basa en un himno religioso llamado Will the Circle Be Unbroken? Y se convirtió a su vez en un himno para la gran familia de la música country. No es la única canción analizada en profundidad que aparece en el documental. También hay tiempo para dedicarle varios minutos a grandes temas de diferentes épocas.
Dentro de la larga lista de músicos y productores aparece también la máxima comediante de Nashville, Minnie Pearl, una leyenda imprescindible dentro de la historia. Algunos pasan y se van, como es el caso de Elvis Presley, cuya carrera tomó otros rumbos. Pero en la misma generación está Johnny Cash, un músico que le abrió las puertas a todos los géneros, pero siempre se mantuvo como un gigante de la música country. El documental le dedica mucho espacio a él, así como también su vínculo con June Carter, su hija Rosanne y su trabajo con otros músicos. Él se lleva varios de los momentos más emocionantes del documental, que por otro lado no son pocos.
El ritmo enloquecedor de Bob Wills, los cowboys cantantes como Gene Autry y Roy Rogers, Little Jimmy Dickens, Kitty Wells, Brenda Lee y la lista no termina. Más historias con Patsy Cline, otra leyenda del country, Ray Price, Loretta Lynn, Tammy Wynette. También hay un gran espacio para Merle Haggard, Kris Kristofferson y Willie Nelson, artistas que uno creía conocer, pero redescubre en el documental. Y por supuesto Dolly Parton, inimitable y Emylou Harris, ambas piezas claves, cada una a su manera, para la historia de la música country.
County Music llega hasta 1996, más allá de seguir a Johnny Cash hasta su muerte, y hay un espacio para las megaestrellas como Garth Brooks y Reba McEntire y una demasiado breve aparición de George Strait. El Neo-traditional country es explicado junto con él y otros músicos, pero allí el documental parece decir que no necesita presentarlos, que todos los conocen. El montaje final muestra, sin demagogia, que la música country ha mutado, ha ido y ha vuelto y sigue tan viva como hace cien años. No todos los géneros pueden decir lo mismo. Pero el círculo no se ha roto y aunque el documental sea tan extenso, al final resulta corto. Es para verlo varias veces. Circula una versión más breve, de ocho horas, pero quedan demasiadas cosas buenas afuera, obviamente. Tres acordes y la verdad, la simpleza y la perfección de un género tan popular como inagotable. Las verdades de la vida, la experiencia del dolor y la pérdida, el amor y el desamor. Nadie puede quedarse afuera de estas historias. Además de enseñarnos la historia de la música country, el documental nos abre las puertas para enamorarnos del género. Es exhaustivo, riguroso, divertido y sorprendente, pero además es un homenaje a los han construido la historia de la música country.